19ª Parte
- ¿Marisa?
- ¿Sergio?
- Si, hola... que te llamo para decirte que como me voy mañana por la mañana, he pensado hoy celebrar una cena entre amigos para despedirme.
- Ah...bien, y ¿A dónde vamos a ir a cenar?
- No lo sé, pero me ha dicho Dani que cerca de Plaza España hay un sitio que está bastante bien y hemos quedado en la plaza a las nueve y media. Entonces cuento contigo y con Javi ¿no?.
- Si claro, allí estaremos.
- Bien, pues un beso.
- Otro.
A las diez acabaron de venir todos. Dani y sus amigos, Ana y un amigo suyo y Marisa y su novio. Todos juntos pero no revueltos, allí riéndonos, cruzando miradas cómplices y con ganas de pasar una noche de esas denominadas "locas".
En el bar donde estuvimos lo pasamos bien. Marisa me miraba, Ana me miraba, ellas dos se miraban y yo las miraba a ellas. Unos roces por debajo de la mesa, Javi mirando a su novia y ella acariciando mi pierna, yo ... su mano.
Los amigos de Dani haciendo el gamba como de costumbre, bebiendo sangría como locos y pasándoselo en grande con Javi, el novio de Marisa. Yo mirándoles a todos con complicidad, riéndome por dentro por las escenas que mis ojos presenciaban y ellos sin darse cuenta.
Eran las dos de la mañana y salíamos con unas copas de más, todos agarrados, haciendo el payaso y sin rumbo fijo, como de costumbre.
Marisa estaba haciendo el tonto con uno de los amigos de Dani que llamábamos Txomin, Ana se estaba enrrollando con el amigo que había traído, Javi estaba corriendo por la acera con otro amigo de Dani y mi amigo del alma me miraba riéndose y dándome una palmada en la espalda como diciendo... si es que no tienen remedio.
Entrábamos y salíamos de bares repletos de gente que desprendían olores a perfumes demasiado embriagadores, acompañados de un calor que empañaba los cristales de las puertas. Todo el mundo sudando, riendo, borracho, bailando, besándose, contigo, conmigo, contigo otra vez... sin fin.
Ana me chillaba al oído y seguía sin oírla. No entendía ni una palabra y ella no paraba de reírse; yo también me reía pero porque era una conversación de besugos. Ninguno comprendía al otro y sólo nos limitábamos a pronunciar lo que queríamos decir, sin emitir ni un sólo sonido hasta que me cogió por la nuca y me beso. Le seguí el beso sin saber lo que hacía; ella introducía su lengua fervientemente y yo acompasaba su ritmo de forma más lenta. Notaba como Marisa tenía clavados sus ojos en nuestras bocas sin dar crédito a lo que veía, mientras Javi no paraba de reírse por la cara que el acompañante de Ana estaba poniendo al ver la escena. Ana no se daba cuenta de lo que pasaba y seguía a lo suyo...yo me intenté apartar de ella de la forma más cariñosa que pude.
Cuando ya estábamos separados, Marisa me fulminaba con la mirada, yo la estaba nontando y no me atrevía a girar la cabeza por miedo a encontrarme con sus ojos negros.
Entonces sucedió el milagro, Dani propuso que nos saliéramos de aquel bar porque se estaba ahogando de calor y como si de repente se hubiera propagado el fuego en aquel antro, todos en estampida fuimos a sacar las cabezas y los cuerpos fuera cuanto antes.
Era ya muy tarde, las siete de la mañana y mi autobús salía dentro de tres horas. Tenía que ir despiéndome de todos ellos, de sus caras, de sus cuerpos, de sus besos, de sus manos entrelazando las mías... de todos ellos. No quería, realmente me daba mucho miedo tener la sensación de la lejanía, de la soledad aunque únicamente fuera un pensamiento pasajero, de comenzar a andar un nuevo camino sin pisadas blancas...
- Creo que debería despedirme, camaradas.
- ¿Ya? ¿Tan pronto?.
- Es que el autobús sale a las diez y aún no he hecho la maleta y entre que voy a casa, me ducho y tal... me da la hora.
- Bueno, bueno, si te pones así de pesado.
- Ey chicos! que... un beso a todos, os llamaré cuando llegue a Barcelona por si acaso me habéis echado de menos durante estas horas...
- Tu tan majo y encantador como siempre. De todas formas (me dijo Dani) ten claro que vamos a ir a Barcelona a darte el coñazo que si no... a tí si que te va a dar algo.
Les di un beso y un abrazo a todos y me di la vuelta sin mirar atrás. Mentiría si dijera que no me dieron ganas de llorar allí mismo mientras veía sus caras y sus sonrisas. Pero intenté evitarlo, lo hice todo lo más rápido posible y me dirigí a coger el primer taxi que vi vacío.
Me estaba alejando y ellos también me dieron la espalda dirigiéndose al siguiente local donde posar sus cuerpos. Cuando estaba abriendo la puerta para montarme oí la voz de Marisa que gritaba mi nombre.
Vino corriendo como una loca hasta donde yo estaba y me abrazó. La agarré con fuerza, introduciendo mi nariz en su nuca y su pelo mientras notaba sus finos dedos posados en mis hombros. La bajé al suelo y vi que estaba llorando, se secó las lágrimas sin importarle que yo la viera así, con el rimel corrido y con las mejillas coloradas mientras intentaba decirme algo.
- No te vayas por favor...
- No me digas eso, sabes que me voy a ir y no me ayuda nada oír esas palabras ahora.
- Pero es que...
La besé. No le dejé que dijera ni una palabra más o mis oídos acabarían por marchitarse. Cuando nos volvimos a mirar ya estaba sonriendo, con aquellos ojos brillantes y dejando entrever sus pequeños dientes que daban ganas de comérsela entera. Pero ya era tarde y yo me tenía que ir, así que me monté en el taxi y desde allí, con la ventanilla bajada, le lancé un beso. Ella siguió mirándome durante un rato, con la mano en su boca, triste.
Yo dejé de mirarla porque la quería demasiado y sabía que sólo hacía falta un segundo para que me arrepintiera de lo que estaba haciendo.
Apoyé la cabeza en el asiento del coche y cerré los ojos. El taxista tenía puesta la radio y mientras unas tímidas lágrimas huían de mis ojos, una voz rajada acariciaba mis oídos:
Prendido a tu botella vacía, esa que antes siempre tuvo gusto a nada
apretando los dedos, agarrándome, dándole mi vida, a ese par de avalanchas.
Cuando era niño y conocí el estadio Azteca, me quedé duro, me aplastó ver al gigante, de grande me volvió a pasar lo mismo, pero ya estaba duro mucho antes.
Dicen que hay, dicen que hay, un mundo de tentaciones, también, hay caramelos con forma de corazones, dicen que hay, bueno,malo, dicen que hay más o menos, dicen que hay algo que tener y no muchos tenemos....
FIN
Para todos vosotros que me habéis leido y también para aquellos que aunque no lo hicieron pusieron la intención en algún momento.
Gracias. Os quiero.
- ¿Marisa?
- ¿Sergio?
- Si, hola... que te llamo para decirte que como me voy mañana por la mañana, he pensado hoy celebrar una cena entre amigos para despedirme.
- Ah...bien, y ¿A dónde vamos a ir a cenar?
- No lo sé, pero me ha dicho Dani que cerca de Plaza España hay un sitio que está bastante bien y hemos quedado en la plaza a las nueve y media. Entonces cuento contigo y con Javi ¿no?.
- Si claro, allí estaremos.
- Bien, pues un beso.
- Otro.
A las diez acabaron de venir todos. Dani y sus amigos, Ana y un amigo suyo y Marisa y su novio. Todos juntos pero no revueltos, allí riéndonos, cruzando miradas cómplices y con ganas de pasar una noche de esas denominadas "locas".
En el bar donde estuvimos lo pasamos bien. Marisa me miraba, Ana me miraba, ellas dos se miraban y yo las miraba a ellas. Unos roces por debajo de la mesa, Javi mirando a su novia y ella acariciando mi pierna, yo ... su mano.
Los amigos de Dani haciendo el gamba como de costumbre, bebiendo sangría como locos y pasándoselo en grande con Javi, el novio de Marisa. Yo mirándoles a todos con complicidad, riéndome por dentro por las escenas que mis ojos presenciaban y ellos sin darse cuenta.
Eran las dos de la mañana y salíamos con unas copas de más, todos agarrados, haciendo el payaso y sin rumbo fijo, como de costumbre.
Marisa estaba haciendo el tonto con uno de los amigos de Dani que llamábamos Txomin, Ana se estaba enrrollando con el amigo que había traído, Javi estaba corriendo por la acera con otro amigo de Dani y mi amigo del alma me miraba riéndose y dándome una palmada en la espalda como diciendo... si es que no tienen remedio.
Entrábamos y salíamos de bares repletos de gente que desprendían olores a perfumes demasiado embriagadores, acompañados de un calor que empañaba los cristales de las puertas. Todo el mundo sudando, riendo, borracho, bailando, besándose, contigo, conmigo, contigo otra vez... sin fin.
Ana me chillaba al oído y seguía sin oírla. No entendía ni una palabra y ella no paraba de reírse; yo también me reía pero porque era una conversación de besugos. Ninguno comprendía al otro y sólo nos limitábamos a pronunciar lo que queríamos decir, sin emitir ni un sólo sonido hasta que me cogió por la nuca y me beso. Le seguí el beso sin saber lo que hacía; ella introducía su lengua fervientemente y yo acompasaba su ritmo de forma más lenta. Notaba como Marisa tenía clavados sus ojos en nuestras bocas sin dar crédito a lo que veía, mientras Javi no paraba de reírse por la cara que el acompañante de Ana estaba poniendo al ver la escena. Ana no se daba cuenta de lo que pasaba y seguía a lo suyo...yo me intenté apartar de ella de la forma más cariñosa que pude.
Cuando ya estábamos separados, Marisa me fulminaba con la mirada, yo la estaba nontando y no me atrevía a girar la cabeza por miedo a encontrarme con sus ojos negros.
Entonces sucedió el milagro, Dani propuso que nos saliéramos de aquel bar porque se estaba ahogando de calor y como si de repente se hubiera propagado el fuego en aquel antro, todos en estampida fuimos a sacar las cabezas y los cuerpos fuera cuanto antes.
Era ya muy tarde, las siete de la mañana y mi autobús salía dentro de tres horas. Tenía que ir despiéndome de todos ellos, de sus caras, de sus cuerpos, de sus besos, de sus manos entrelazando las mías... de todos ellos. No quería, realmente me daba mucho miedo tener la sensación de la lejanía, de la soledad aunque únicamente fuera un pensamiento pasajero, de comenzar a andar un nuevo camino sin pisadas blancas...
- Creo que debería despedirme, camaradas.
- ¿Ya? ¿Tan pronto?.
- Es que el autobús sale a las diez y aún no he hecho la maleta y entre que voy a casa, me ducho y tal... me da la hora.
- Bueno, bueno, si te pones así de pesado.
- Ey chicos! que... un beso a todos, os llamaré cuando llegue a Barcelona por si acaso me habéis echado de menos durante estas horas...
- Tu tan majo y encantador como siempre. De todas formas (me dijo Dani) ten claro que vamos a ir a Barcelona a darte el coñazo que si no... a tí si que te va a dar algo.
Les di un beso y un abrazo a todos y me di la vuelta sin mirar atrás. Mentiría si dijera que no me dieron ganas de llorar allí mismo mientras veía sus caras y sus sonrisas. Pero intenté evitarlo, lo hice todo lo más rápido posible y me dirigí a coger el primer taxi que vi vacío.
Me estaba alejando y ellos también me dieron la espalda dirigiéndose al siguiente local donde posar sus cuerpos. Cuando estaba abriendo la puerta para montarme oí la voz de Marisa que gritaba mi nombre.
Vino corriendo como una loca hasta donde yo estaba y me abrazó. La agarré con fuerza, introduciendo mi nariz en su nuca y su pelo mientras notaba sus finos dedos posados en mis hombros. La bajé al suelo y vi que estaba llorando, se secó las lágrimas sin importarle que yo la viera así, con el rimel corrido y con las mejillas coloradas mientras intentaba decirme algo.
- No te vayas por favor...
- No me digas eso, sabes que me voy a ir y no me ayuda nada oír esas palabras ahora.
- Pero es que...
La besé. No le dejé que dijera ni una palabra más o mis oídos acabarían por marchitarse. Cuando nos volvimos a mirar ya estaba sonriendo, con aquellos ojos brillantes y dejando entrever sus pequeños dientes que daban ganas de comérsela entera. Pero ya era tarde y yo me tenía que ir, así que me monté en el taxi y desde allí, con la ventanilla bajada, le lancé un beso. Ella siguió mirándome durante un rato, con la mano en su boca, triste.
Yo dejé de mirarla porque la quería demasiado y sabía que sólo hacía falta un segundo para que me arrepintiera de lo que estaba haciendo.
Apoyé la cabeza en el asiento del coche y cerré los ojos. El taxista tenía puesta la radio y mientras unas tímidas lágrimas huían de mis ojos, una voz rajada acariciaba mis oídos:
Prendido a tu botella vacía, esa que antes siempre tuvo gusto a nada
apretando los dedos, agarrándome, dándole mi vida, a ese par de avalanchas.
Cuando era niño y conocí el estadio Azteca, me quedé duro, me aplastó ver al gigante, de grande me volvió a pasar lo mismo, pero ya estaba duro mucho antes.
Dicen que hay, dicen que hay, un mundo de tentaciones, también, hay caramelos con forma de corazones, dicen que hay, bueno,malo, dicen que hay más o menos, dicen que hay algo que tener y no muchos tenemos....
FIN
Para todos vosotros que me habéis leido y también para aquellos que aunque no lo hicieron pusieron la intención en algún momento.
Gracias. Os quiero.
1 Comentarios:
Uuuuuf. Enhorabuena. Tengo la piel de gallina, y una sensación indescriptible me atenaza el corazón; no se si llorar o sonreir, aunque creo que al final voy a optar por hacer las dos cosas a la vez. Gracias por este relato.
By omrot, at 12:11 a. m.
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1 Comments:
Uuuuuf. Enhorabuena. Tengo la piel de gallina, y una sensación indescriptible me atenaza el corazón; no se si llorar o sonreir, aunque creo que al final voy a optar por hacer las dos cosas a la vez. Gracias por este relato.
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