18ª Parte
- Hola bonita ¿Qué tal?
- Bien, impuntual como siempre, ya lo siento.
- No pasa nada, yo tampoco he llegado a la hora.
Le di un beso en la frente, rozándo con mis labios su pelo liso de color negro oscuro y volví a oler aquel aroma a suavizante que desprendía su cabello. Ese olor me hacía recordar muchas cosas y me tentaba a ponerme melancólico, pero me controlé.
- ¿Qué es lo que te apetece tomar?
- Pues...(miraba la carta nerviosa de arriba a bajo sin saber qué elegir)
- Prueba la ensalada de queso, está muy buena.
- Ya...lo que pasa es que simpre termino tomando lo mismo.
- Ya, pero es que es tu plato preferido.
- Veo que te sigues acordando...
- Hay cosas que nunca se olvidan.
La cena fue muy agradable, salvo dos o tres comentarios bordes que rondaban por el aire, que tenían escrito mi nombre como destino y que intenté esquivar como pude. Cuando terminamos fuimos a dar una vuelta, parecía que la noche se presentaba larga y calurosa y no parábamos de hablar de la situación que vivíamos cada uno en estos momentos.
Nos mirábamos de vez en cuando, sonriendo o bajando los ojos al suelo cuando el comentario parecía salirse de la trayectoria adecuada...Hasta que llegó la pregunta estrella.
- Y que...(le dije con tono cariñoso) ¿sales con alguien?
- No. Jaime, el chico del bar de aquella noche, y yo... decidimos dejarlo por incompatibilidad de carácteres.
- Ya, suele pasar.
- A nosotros nos paso ¿no?
- Si...
- ¿Y tu, qué?
- Pues tampoco. He tenido "roces amorosos" pero todos sin importancia; vamos que no han ido a más.
- Ya...¿sabes?
- Dime
- Aún me sigo acordando de tu mano en mi tripa por las noches.
- Y yo de tus pies fríos rozando los míos.
Nos miramos a la vez. Pero ésta no fue una de esas miradas de amigos sino que había complicidad. Era uno de esos momentos en los que besarías a la otra persona sabiendo que ella también quiere que la beses, pero que no se espera que lo hagas. La tensión en esos casos se palpa en el ambiente. Te mira, la miras, te vuelve a mirar y la vuelves a mirar acercándote cada vez más a ella y ella a tí, pero milímetro a milímetro. Un segundo, dos, tres y los pies caminan lenta y pausadamente y sientes, aun estando distante de ella, que la tienes más cerca que nunca. Tu piel te avisa del nerviosismo que está acumulando y a tí apenas te importa notar cómo los pelos de tu brazo se erizan uno detrás de otro sin control. Y notas entonces su mano caliente en tu piel y la otra en tu cintura, mientras tu mano se posa en la suya para que así se rocen ambas narices.
Ella te susurra algo que no comprendes por el aturdimiento que llevas encima y meneas lentamente la cabeza señalado que apruebas todo lo que vaya a hacer. Entonces, acerca sus labios a los tuyos y dejas que su lengua entreabra despacio tu boca. Las dos lenguas se acarician y dan vueltas una alrededor de la otra sin parar y sin destino.
No descansan, tu mano asciende por su espalda, la de ella te roza la nuca y tú quieres desmayarte ahí mismo y no sabes cómo hacer para que tus rodillas no tiemblen ni se estremezcan como lo hacen...
- Aún sigo sintiendo nuestras sombras juntas en algún momento (le dije mientras la miraba)
- Ella sonrió y volvió a besarme
Continuará...
- Hola bonita ¿Qué tal?
- Bien, impuntual como siempre, ya lo siento.
- No pasa nada, yo tampoco he llegado a la hora.
Le di un beso en la frente, rozándo con mis labios su pelo liso de color negro oscuro y volví a oler aquel aroma a suavizante que desprendía su cabello. Ese olor me hacía recordar muchas cosas y me tentaba a ponerme melancólico, pero me controlé.
- ¿Qué es lo que te apetece tomar?
- Pues...(miraba la carta nerviosa de arriba a bajo sin saber qué elegir)
- Prueba la ensalada de queso, está muy buena.
- Ya...lo que pasa es que simpre termino tomando lo mismo.
- Ya, pero es que es tu plato preferido.
- Veo que te sigues acordando...
- Hay cosas que nunca se olvidan.
La cena fue muy agradable, salvo dos o tres comentarios bordes que rondaban por el aire, que tenían escrito mi nombre como destino y que intenté esquivar como pude. Cuando terminamos fuimos a dar una vuelta, parecía que la noche se presentaba larga y calurosa y no parábamos de hablar de la situación que vivíamos cada uno en estos momentos.
Nos mirábamos de vez en cuando, sonriendo o bajando los ojos al suelo cuando el comentario parecía salirse de la trayectoria adecuada...Hasta que llegó la pregunta estrella.
- Y que...(le dije con tono cariñoso) ¿sales con alguien?
- No. Jaime, el chico del bar de aquella noche, y yo... decidimos dejarlo por incompatibilidad de carácteres.
- Ya, suele pasar.
- A nosotros nos paso ¿no?
- Si...
- ¿Y tu, qué?
- Pues tampoco. He tenido "roces amorosos" pero todos sin importancia; vamos que no han ido a más.
- Ya...¿sabes?
- Dime
- Aún me sigo acordando de tu mano en mi tripa por las noches.
- Y yo de tus pies fríos rozando los míos.
Nos miramos a la vez. Pero ésta no fue una de esas miradas de amigos sino que había complicidad. Era uno de esos momentos en los que besarías a la otra persona sabiendo que ella también quiere que la beses, pero que no se espera que lo hagas. La tensión en esos casos se palpa en el ambiente. Te mira, la miras, te vuelve a mirar y la vuelves a mirar acercándote cada vez más a ella y ella a tí, pero milímetro a milímetro. Un segundo, dos, tres y los pies caminan lenta y pausadamente y sientes, aun estando distante de ella, que la tienes más cerca que nunca. Tu piel te avisa del nerviosismo que está acumulando y a tí apenas te importa notar cómo los pelos de tu brazo se erizan uno detrás de otro sin control. Y notas entonces su mano caliente en tu piel y la otra en tu cintura, mientras tu mano se posa en la suya para que así se rocen ambas narices.
Ella te susurra algo que no comprendes por el aturdimiento que llevas encima y meneas lentamente la cabeza señalado que apruebas todo lo que vaya a hacer. Entonces, acerca sus labios a los tuyos y dejas que su lengua entreabra despacio tu boca. Las dos lenguas se acarician y dan vueltas una alrededor de la otra sin parar y sin destino.
No descansan, tu mano asciende por su espalda, la de ella te roza la nuca y tú quieres desmayarte ahí mismo y no sabes cómo hacer para que tus rodillas no tiemblen ni se estremezcan como lo hacen...
- Aún sigo sintiendo nuestras sombras juntas en algún momento (le dije mientras la miraba)
- Ella sonrió y volvió a besarme
Continuará...
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