miércoles, mayo 12, 2004

10ª Parte

No me preguntaron con quién había quedado, les daba igual, no se metían en la vida del de al lado y eso era genial. No tenías que dar explicaciones a nadie, ni por qué salías, ni por qué entrabas, pero al tiempo sabían qué era lo que te preocupaba sólo con mirarte a los ojos. Como Ana.

Mientras caminaba por la Gran Vía, una voz en mi interior me decía: ¿Pero qué estas haciendo? MMMMM... ¿Y a tí que te importa? le decía yo. Claro que me importa, joder, soy tu conciencia. Bueno, yo no te he invitado a que me hables, las conciencias siempre pensais que teneis la razón y no es verdad. Bueno, bueno, yo solo te digo que... Me da igual lo que me digas ¿me oyes?...

Debí empezar a hablarme sólo y una mujer se quedó mirándome, yo le sonreí y ella me devolvió la sonrisa; parecía que me entendía, que comprendía mi confusión, mi lío mental... Se me acercó y me dijo con un hilo de voz:

- No les hagas caso, las conciencias se creen muy listas, pero no tienen ni idea de la vida.

Le volví a sonreir, me guiñó un ojo y yo seguí en dirección Plaza de España. Crucé el parque y allí estaba, sólo me separaba de ella una carretera llena de coches frenéticos que ya amenazaban con sus incipientes luces de neón. El corazón me latía frenéticamente y las piernas me volvían a flaquear... hacía tiempo que no sentía esa sensación, la última vez fue por miedo y quizás por inseguridad. Esta vez era distinto y como comenzaba a notar los síntomas que se avecinaban, intenté tararear una canción para mis adentros por si conseguía librarme del pensamiento por una vez.

Crucé la carretera, subí las escaleras y despacio me fui acercando a la fuente que está en el templo de Debod, miré a un lado y a otro y no vi a nadie. ¿Dónde estaba? ¡Pero si me dijo que iba a estar haciendo fotos! Quizá se haya arrepentido y no ha querido venir por miedo a lo que fuera a pasar. Y yo como un imbécil, agarrado en la barandilla de metal, viendo el atardecer rojizo y azulado que dividía a las nubes para dejar paso a la noche.

Tuve ganas de llorar, me sentía mal conmigo mismo, no sabía por qué. Últimamente no dejaba de tener esa sensación agobiante... ¿pero qué coño me pasa?.

- Hola. Eo...¿Hola?¡Hola!.

¿Pero a quién llamaban? Me volví lentamente, pensando que era algún gracioso de esos que cuando te vuelves te sueltan la primera parida de turno. Pero estaba confundido una vez más, estaba allí, con la cámara colgada en el cuello y con una sonrisa de oreja a oreja.

- Eh... Hola, pensaba que no ibas a venir.
- Pues estabas equivocado.
- Si... me estoy haciendo especialista en equivocaciones.

Comenzó a reírse. Yo también, no sabía muy bien cuál era la razón, quizás el nerviosismo, el no saber qué hacer, el comenzar a sentir algo por Marisa, el tener una mezcla de dudas y seguridades que me ponían en el borde de un acantilado donde no veía el fondo...

Me cogió del brazo y me preguntó dónde quería ir. Fuimos a pasear, en Madrid el turismo por la noche parece tener un éxito increíble, por lo menos las fotografías son más sugerentes.

Continuará...
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias