martes, abril 27, 2004

2ª Parte
No paraba de llorar y llorar, todo el día soltando lágrimas desconsoladas y yo...mirándola. Sin saber qué hacer, si irme o abrazarla; en otro tiempo, le hubiese llenado la cara de besos, primero uno en cada párpado, luego en la nariz, en su pequeña nariz que parecía carecer de hueso por lo blandita que era y por último, en la boca.
Pero ahora no, ni quería, ni tenía fuerzas para hacerlo. Lo que deseaba era largarme de ahí aunque el dolor pesase sobre mí toda la vida. Así que sin pensármelo más de lo necesario y debido, un día por las buenas y sin avisar, desaparecí. Metí mis cosas en un macuto enorme y me escapé a casa de un amigo, que aunque en esos momentos estaba "ocupado" con su novia, entendió que el que yo me quedara con ellos era un asunto de urgencia.
Estuve toda la noche con los ojos abiertos como platos, dando vueltas y maldiciendo el calor de la habitación, además de no parar de oír las bobadas que se decían los enamorados de la habitación de al lado. Así, que para estar perdiendo el tiempo, algo que ya había hecho durante un tiempo indebido, me incorporé bruscamente, me puse los vaqueros y las zapatillas y la primera camiseta que estaba dentro de la mochila y me fui a dar una vuelta.
Compré un paquete de tabaco, yo que nunca fumaba y me quejaba de los que lo hacía...compraba ahora un paquete de Nobel y un mechero para aprender a saborear el humo de esa droga mortal.
Me senté en el primer banco que encontré y al tiempo que observaba el chorro de aire contaminado que salía de mi boca, comencé a escuchar una deliciosa canción de Joaquin Sabina. Un nudo en la garganta se hizo más y más grande e insoportable, tanto que tenía ganas de dejar abierto el grifo de las lágrimas saladas... pero no lo hice.
"Por las aceras de la madrugada
baila con las porteras su milonga al sol,
con las ojeras que le sobran a tus ojos, corazón,
un día después de lo que el viento se llevó.
Las secretarias de las oficinas
desayunan en la esquina un tentempié
y cuando bajan de la luna al disco duro de roer,
con el sueño del revés y un futuro sin mañana,
lloran lágrimas de plástico azul rodando por la escalera,
tribus de los mares del sur al oeste de la frontera,
labios de papel de fumar, sabios que no saben nada,
náufragos en la catedral, telarañas acostumbradas
a hacer noche en el cristal.
Los cirujanos de las decepciones
cercenan por lo sano la alegría,
las venas del amanecer almacenan sangre fría
y cada lunes nace muerto el nuevo día.
Él lápiz comisura de tu boca
retoca los agravios del carmín,
los proxenetas se colocan con aseo el peluquín
y los Romeos se demoran y las Julietas se desenamoran.
Lágrimas de plástico azul rodando por las escalera,
tribus de los mares del sur....
Lágrimas de plástico azul con sabor a despedida.
¿Cuándo cruzará el autobús este callejón sin salida?
Labios de papel de fumar, sabios que no saben nada,
pétalos de flor de hospital, telarañas amotinadas..."

Me levanté al rato con las retinas de los ojos casi secas de no haber parpadeado hace un rato por estar atento a las líneas que dibujaban la figura de la prostituta que tenía en la farola de enfrente.
Ella también me miraba y aunque parecía tener intención de acercarse, creo que no lo hizo por vergüenza. Yo lo hubiera hecho, quiero decir...que igual si llevase alguna copa de más encima, le hubiera preguntado que cuánto cobraba por noche y me hubiera ido con ella...aunque pensándolo bien, quizá yo tampoco me hubiera atrevido y sólo hubiera seguido embelesado mirándola.
Continuará
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias