lunes, abril 26, 2004

1ª Parte
Quería decirle que iba a abandonarla, que ya no la quería y que no me suscitaba ningún tipo de emoción levantarme a su lado por las mañanas. Luego comencé a darle vueltas a esto último, a la idea de que aunque veía su piel blanca tostarse con los rayos de luz que entraban por las rendijas de la persiana, mi estómago seguía igual de relajado que si no lo hubiera visto o pensado en ello.
Pero no me atrevía, ni a decírselo, ni a mirarle a la cara mientras se lo decía asi que... o me armaba de valor o tendría que seguir reprimiendo mis sentimientos durante un tiempo que no podía calcular.
Estábamos comiendo uno frente al otro sopa con fideos, que era su plato preferido... quién lo diría...los fideos no suelen ser el plato estrella de nadie; pero es que ella era distinta a las demás.
Mientras nos metíamos a la boca una cucharada tras otra, haciéndola chocar en ocasiones con los dientes y mirándonos cada vez que pasaba, mi cabeza no para de pensar y darle vueltas a lo mismo. Comenzaba a ponerme nervioso y notar un pequeño sudor en las palmas de las manos y al tiempo que aumentaba, yo sentía más ganas de levantarme y gritar todo lo que intentaba disimular desde hacía mucho tiempo. Pero éste iba a ser el último día, el último minuto, segundo...de mi espera.
Me incorporé lentamente y mientras ella saboreaba la cucharada de sopa y seguía con sus negros y profundos ojos mi trayectoria, me preguntó si quería algo más. Yo le dije que si, que quería decirle algo y que prestara atención porque no sabía si iba a tener el valor de volvérselo a repetir.
Ella, bajó la cuchara hasta que se introdujo de nuevo en el líquido amarillento y meneándo la cabeza hacia adelante como asintiendo, al tiempo que cruzaba los brazos alrededor de su tripa, me ofreció el turno para que comenzara a decir aquello que tan intrigada la tenía.
- Quiero dejarte.
(enorme silencio)
- Creo que ya no siento nada por tí. Creo que ya no tengo nervios cuando te veo desnuda, duchándote o lavándote los dientes algo que antes tanto me gustaba y por lo que había comenzado a enamorarme de tí.
(me miraba perpleja)
- He esperado mucho tiempo para decirte esto, quizá demasiado, pero no sabía ni cómo hacerlo ni cuando, principalmente por miedo, así que ahora que te tengo frente a mí y que no puedo escapar, te lo digo todo de carrerilla y sin detenerme para no poder dar marcha atrás.

No dijo nada en todo el tiempo que estuve hablando, tiempo que se dilató más de la cuenta porque de los nervios tuve que repetir más de una vez las palabras que tantas otras veces había repasado antes de dormir.
Comenzó a llorar y sus lágrimas caían sin cesar en el plato de sopa como si fuera una lluvia sobre un barrizal, incesante y sin fin.
Yo no sabía que hacer, si moverme o quedarme clavado en el suelo como hacía cinco minutos. Agaché la cabeza y entonces yo también comencé a llorar.

Continuará...
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias