viernes, abril 23, 2004

El otro día estaba sentada en un banco de Gran Vía y mientras miraba la cornisa de un edificio, realmente no sé por qué la miraba, creo que era de esas veces que te quedas observando un punto fijamente, veo que delante mía estaba un ejecutivo trajeado con un maletín entre las piernas que había apoyado en el suelo.
Entonces mi atención se desvió hacia el ejecutivo, que mientras se sacaba algo del bolsillo y sostenía con la otra algo desconocido también, movía lentamente la cabeza como si tarareara una canción o como si se estuviera asintiendo sólo.
Mientras yo observaba todos sus moviemientos, el tipo se sacó del bolsillo del pantalón un papelillo de liar y mientras lo sujeta con los labios comienza a quemar con el mechero un poco de costo que tenía en la otra mano.
Yo, que tomaba a los ejecutivos por personas refinadas, de esas que se sacan de la pitillera de "oro" un cigarro delagado y largo, y que con delicadeza y "elegancia" fuman con intensas bocanadas el humo de los mismo, me quedé anonadada al ver este pequeño espectáculo dantesco.
Pero no se quedó ahí la cosa, después de que el ejecutivo quemara la piedra, se sacó un cigarro y se dio cuenta de que era el único que le quedaba y como le pareció mal tirar el paquete al suelo, va y se lo mete de nuevo en el bolsillo. Rompe el cigarro y mezcla en el papel de fumar el costo con el tabaco y derrepente, algo que era previsible que pasara, por desgracia le sucedió al ejecutivo. Una abalancha de niñas, riéndose escandalosamente y con poco sentido del ridículo se acercaban haciendo el tonto, empujándose y corriendo unas detrás de otras como locas sin mirar al frente. Yo, que observaba todo "desde fuera", como si fuera un narrador omnisciente, veía como el peligro poco a poco se iba acercando y como era irremediable que pasara lo que a continuación sucedió. Una de las niñas escandalosas con "minifalda" rosa y botas hasta la ingle, con un collar de bolas también rosas que de lo que pesaban casi hacían que su cuello se inclinara un poco hacia delante, acompañado todo esto con una melena hasta casi la cintura totalmente engominada, alzó la mano para avisar a las restantes de algo y... ¡pumba!, manda a la mierda la obra maestra del ejecutivo.
El porro a medio hacer, el mechero, además de que el individuo en cuestión perdiera un poco la estabilidad tropezándose con el maletín que tenía entre las piernas y que gracias a la pared no se cayó al suelo... y yo acompañando a todo esto con una carcajada.
La niña de la "minifalda" no se reía, creo que tampoco se dio cuenta de la que había montado, es más, debió ver a un amigo suyo con el que hacía tiempo que no se encontraba y fue como una "alocada" a lazarse a su cuello.
El ejecutivo blasfemando, limpiándose los restos de tabaco que tenía por la camisa, sacándose cuidadosamente los puños de las mangas hasta que quedaran igualados, mirando a un lado y al otro para ver si alguien se había percatado de lo sucedido...se topó con mi mirada y mi sonrisa.
Yo, que me lastimaba por lo ocurrido, me saqué el paquete de tabaco del bolsillo y lentamente me incorporé y me dirigí hacia donde él estaba, le ofrecí uno y aunque al principio pareció querer rehusarlo, el mono pudo más que su voluntad.
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias