miércoles, abril 28, 2004

3ª Parte
Volví a casa ya de madrugada y el cansancio hizo que me quedase dormido sin darme cuenta encima del lío de sábanas que había dejado la noche anterior. Mi compañero me avisó de que él y su novia se iban a largar un par de días fuera, a la sierra, y que me podía quedar todo el tiempo que me diese la gana, así que sin escatimar la propuesta... me quedé.
Desperté cerca del medio día y sin apetito ni ganas por hacer nada en especial. Pensé que lo mejor sería arreglarme y quizás llamar a Ana, mi excompañera, para explicarle mi huída, pero el problema es que yo quería huir y no decírselo...
No me atreví a marcar su número,nuestro número..., ni tan siquiera el primer dígito. Me temblaban las manos y realmente tampoco quería darle explicaciones acerca de mi desaparición fugaz. El caso es que cuando me quise dar cuenta de lo que debía o no hacer, ya eran casi las nueve y las tripas comenzaron a rugirme pidiendo algo de comida. En el frigo había poca cosa, así que fui al bar de abajo a tomar algo y después de que un borracho con el olor a alcohol impregnado hasta en la lengua, la cual carecería seguro de papilas gustativas, me contase su vida y milagros, me fui a dar una vuelta.
No quería llamar a ningún otro amigo, estaba raro, no sabía que sentía. Pensaba que el haberme ido de su casa me aliviaría, me quitaría un peso de encima, pero parecía todo lo contrario, la echaba de menos y eso me jodía. No quería pensar en ella, ni tampoco soñar como hacíamos el amor en estos días de calor cuando ya ni el ventilador podía soplar con más fuerza.
Y mientras pensaba y repensaba acerca de mi pasado, me di cuenta de que había vuelto a regresar al banco de la anterior noche y allí, bajo la luz incipiente de una farola, se encontraba la prostituta. Creo que debía ser de algún país del Este por su piel blanca y los ragos de su cara, aunque tampoco estaba seguro, igual era de Vallecas y yo fantaseaba con una extranjera.
Me percaté de que esta noche tenía pretendientes, además de que su chulo, situado dos portales más allá, no le quitaba el ojo de encima.
Un hombre que rondaría los cincuenta y tantos parecía no dejar de darle el coñazo, rozando con sus labios el cuello, ese fino cuello sobre el que se posaba su melena castaña clara. Como ella no le hacía el menor caso, al poco tiempo comenzó a tirarle del brazo para que se fuera con él; ella parecía no querer, meneaba hacia los lados la cabeza y miraba a su chulo cada vez que el otro insistía. El chulo también le indicaba que no se fuera con él y yo pensando... joder, pues como además tenga que elegirlos...
El caso es que el hombre que intentaba convencer a la prostituta, se fue resignado y sin echar un polvo esa noche, y yo, continuaba observando ese pequeño teatro de miradas que se representaban delante mía.
Me quedé sentado en el banco de metal durante un largo tiempo, quizá demasiado, hasta que sin apenas pensarlo, me levanté y me dirigí hacia donde estaba ella.
Mientras cruzaba la calle, no levantaba la vista del suelo y ella se percató de que yo me acercaba justo cuando me tuvo enfrente. Sonrió, llevaba los labios pintados de rojo y la línea de sus párpados se marcaba con una raya negra. Le sonreí y aunque no pude articular ni una palabra, ella ya sabía qué quería. Giró sobre el tacón de sus zapatos y dando la espalda a su chulo, comenzó a caminar. Yo que no sabía ni cómo reaccionar, le seguí casi pisando su sombra hasta que doblada la esquina, donde se encontraba otra compañera de oficio, me preguntó ¿A dónde vamos?
Continuará...
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias