jueves, mayo 27, 2004

17ª Parte

-Hola Ana...soy Sergio.
-Ah! hola, ¿qué tal? ¡qué sorpresa oír tu voz!.
-Ya bueno, para mí también es una sorpresa, no me atrevía a marcar tu número.
-Bueno, ya lo has hecho, y...¿a qué viene tan grata sorpresa?
-Es que quería decirte que me voy a Barcelona y bueno, me gustaría quedar contigo para despedirme.
-¿Te vas a Barcelona?. ¿Y se puede saber a qué?
-Me ha salido un trabajillo y tengo ganas de salir de aquí. Me estoy agobiando de Madrid y bueno, aunque Barcelona también es muy caótica por lo menos tiene mar.
-Ya...pues podemos quedar cuando quieras, tengo todas las tardes libres.
-Mañana me viene perfecto, ¿A las nueve? Podemos ir a cenar si quieres a la Gloria de Montera, como en los viejos tiempos.
- Ah... la Gloria. Si, cuanto tiempo, me va a encantar volver a cenar allí. Quedamos en el Madrid Rock a las nueve.
- Muy bien, allí nos veremos. Un beso y hasta mañana.
- Un besazo.

La conversación no fue muy extensa pero a mí me pareció una eternidad, un minuto tras otro pudiendo oler su perfume tras el auricular y sintiendo como su voz rozaba mi garganta. Al colgar me volvieron a entrar ganas de llorar, escondí mi cara entre las manos, me avergonzaba sentirme de esa manera y no sabía por qué.

- ¿Qué te pasa? (Me dijo Marisa mirándome fijamente)
- Nada. Sólo estoy un poco despistado.
- Eso ya lo veo, pero ...¿por qué?
- Tengo miedo.
- Miedo de qué.
- No lo tengo claro, sé que tengo miedo y creo que es por dejar todo esto, pero... sobre todo creo que me afecta la idea de poder arrepentirme.
- No te vayas y no te arrepentirás.
- Que graciosa que eres.
- Lo sé, es mi especialidad.
- Se te da de maravilla.
- Gracias.
- De nada.

Y me guiñó un ojo. A veces la odio, pensé, pero al segundo se me quitó la idea de la cabeza cuando la vi crujirse las rodillas, pegar un pequeño salto para incorporarse y sacarme la lengua en forma de burla. Era un ecanto y me estaba volviendo loco, realmente no sabía si soportaría alejarme de ella, pero era lo mejor, era lo que debía hacer.

Estuve toda la noche dando vueltas, yendo de un lado para otro sin rumbo, sin poder organizar mis ideas y acabé en un banco de hierro verde, bajo una luz tenue de una farola vieja. Levanté la vista y me di cuenta en ese momento de dónde estaba.
Ella no se había movido ni un milímetro, estaba apoyada en la farola de enfrente, con una chaqueta y una faldda hasta las rodillas mirándome. Parecía reconcerme y sonrió. Su chulo estaba dos puertas más allá observando a otra prostituta que se encontraba en la acera de enfrente.
Me quedé aguantando su mirada y sonriendo mientras consumía lo que me quedaba de cigarro.
Me hubiese acercado a ella, tenía ganas de preguntarle qué tal estaba, pero no tenía el valor de hacerlo. Únicamente levanté la mano para saludarla, le hice una reverencia y me levanté.

Continuará...
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias