16ª Parte
No sé cómo actuar. Me coges de la mano, me besas, pero todo tiene que ser normal delante de Javi. Yo no puedo seguir así y no puedo... porque te quiero. Porque estoy deseando que me llames o me escribas un mensaje en el móvil o quedes conmigo por cualquier motivo, aunque no exista ese motivo. Porque me olvido de todo y es el único momento en que puedo dejar la mente en blanco y no recordar que te echo de menos...
El espejo tenía que estar aburrido de mis monólogos y de mis caras compungidas. Estaba pensando en irme de la ciudad. Sé que era una solución cobarde; seguro que había más y mejores métodos para poder olvidar, pero yo no los tenía, no quería tenerlos porque suponía pasar por la misma situación que pasé con Ana y no podría aguantar de pie ni un segundo, con tanta presión en mi cuerpo.
- Marisa, creo que me voy a ir a Barcelona. He conseguido un trabajo de diseñador gráfico de una revista de moda y creo que me vendría bien un cambio de aires.
- Pero ¿qué dices? ¿a dónde te vas a ir?. Venga, no me vengas con tonterías que no estoy para bromas.
- No son tonterías, es que estoy un poco cansado de esta situación y lo he pensado bien. Yo te quiero, pero sé que tu quieres a Javi y yo tampoco quiero hacerle daño, bueno... más del que ya le haya podido hacer. Asi que me largo, todos tan amigos y ya está.
Y lo único que se le ocurre cuando le suelto toda la historia que llevaba planeando decirle durante varios días, es darme un beso casi de tornillo. Ésta vez no seguí besándola; mis labios se quedaron rígidos, quizás por el impacto y la sorpresa o por la confusión que tenía... el caso es que la aparté de mi lado suavemente. Ella se extrañó, me miró con la cara perpleja y los ojos abiertos como platos sin comprender nada.
- Es mejor así Marisa. Yo no puedo aguantar que te enrrolles conmigo cuando te venga en gana o cuando nos venga en gana y al día siguiente estés en la cama de otro. Yo sé que sabía dónde me metía, pero no puedo más, lo he intentado de verás, pero estoy celoso y te echo de menos y éste no es el camino correcto.
- Pero...
- Pero nada. Yo te quiero mucho y no puedo seguir así. Tampoco estoy por la labor de quitarle la novia a un amigo y creo que ya he jodido bastante la situación entre vosotros.
- Me voy contigo a Barcelona.
- No, tú no te vas a ningún sitio.
- No puedo dejar que te marches de mi lado. Te quiero y creo que si te fueras no podría pegar ojo una noche más.
- Venga... no me vengas con bromas que esto es serio, por lo menos para mí.
- No te vayas o me voy contigo. Dejo todo, de verdad. Eres mi príncipe de las tiniblas...
Me miraba con esos ojos negros esperando una respuesta locuaz que yo no alcanzaba a conseguir en ese momento. Le cogí la mano derecha y se la besé despacio. La puse en mi mejilla y el aroma de su piel volvió a penetrarme de nuevo, ya no me dejaría libre, custodiaría todos mis sueños y no podría dejar de sentir su sombra cerca de mi espalda.
Estuvimos un rato más hablando, tampoco mucho porque a ella le esperaba Javi para cenar y yo había quedado con Mónica, la modelo, para tomar algo. Nos despedimos con un beso en la mejilla.
Y mientras nos abrazábamos, sin querer soltarnos, por miedo a que uno de los dos desapareciera en ese momento, me susurró al oído:
No me dejes sola en la oscuridad.
Continuará...
No sé cómo actuar. Me coges de la mano, me besas, pero todo tiene que ser normal delante de Javi. Yo no puedo seguir así y no puedo... porque te quiero. Porque estoy deseando que me llames o me escribas un mensaje en el móvil o quedes conmigo por cualquier motivo, aunque no exista ese motivo. Porque me olvido de todo y es el único momento en que puedo dejar la mente en blanco y no recordar que te echo de menos...
El espejo tenía que estar aburrido de mis monólogos y de mis caras compungidas. Estaba pensando en irme de la ciudad. Sé que era una solución cobarde; seguro que había más y mejores métodos para poder olvidar, pero yo no los tenía, no quería tenerlos porque suponía pasar por la misma situación que pasé con Ana y no podría aguantar de pie ni un segundo, con tanta presión en mi cuerpo.
- Marisa, creo que me voy a ir a Barcelona. He conseguido un trabajo de diseñador gráfico de una revista de moda y creo que me vendría bien un cambio de aires.
- Pero ¿qué dices? ¿a dónde te vas a ir?. Venga, no me vengas con tonterías que no estoy para bromas.
- No son tonterías, es que estoy un poco cansado de esta situación y lo he pensado bien. Yo te quiero, pero sé que tu quieres a Javi y yo tampoco quiero hacerle daño, bueno... más del que ya le haya podido hacer. Asi que me largo, todos tan amigos y ya está.
Y lo único que se le ocurre cuando le suelto toda la historia que llevaba planeando decirle durante varios días, es darme un beso casi de tornillo. Ésta vez no seguí besándola; mis labios se quedaron rígidos, quizás por el impacto y la sorpresa o por la confusión que tenía... el caso es que la aparté de mi lado suavemente. Ella se extrañó, me miró con la cara perpleja y los ojos abiertos como platos sin comprender nada.
- Es mejor así Marisa. Yo no puedo aguantar que te enrrolles conmigo cuando te venga en gana o cuando nos venga en gana y al día siguiente estés en la cama de otro. Yo sé que sabía dónde me metía, pero no puedo más, lo he intentado de verás, pero estoy celoso y te echo de menos y éste no es el camino correcto.
- Pero...
- Pero nada. Yo te quiero mucho y no puedo seguir así. Tampoco estoy por la labor de quitarle la novia a un amigo y creo que ya he jodido bastante la situación entre vosotros.
- Me voy contigo a Barcelona.
- No, tú no te vas a ningún sitio.
- No puedo dejar que te marches de mi lado. Te quiero y creo que si te fueras no podría pegar ojo una noche más.
- Venga... no me vengas con bromas que esto es serio, por lo menos para mí.
- No te vayas o me voy contigo. Dejo todo, de verdad. Eres mi príncipe de las tiniblas...
Me miraba con esos ojos negros esperando una respuesta locuaz que yo no alcanzaba a conseguir en ese momento. Le cogí la mano derecha y se la besé despacio. La puse en mi mejilla y el aroma de su piel volvió a penetrarme de nuevo, ya no me dejaría libre, custodiaría todos mis sueños y no podría dejar de sentir su sombra cerca de mi espalda.
Estuvimos un rato más hablando, tampoco mucho porque a ella le esperaba Javi para cenar y yo había quedado con Mónica, la modelo, para tomar algo. Nos despedimos con un beso en la mejilla.
Y mientras nos abrazábamos, sin querer soltarnos, por miedo a que uno de los dos desapareciera en ese momento, me susurró al oído:
No me dejes sola en la oscuridad.
Continuará...
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