Ayer de tanto toser se me escapó el alma. Vagabunda y solitaria recorrió todos los rincones de Madrid, sin saber, cuando cayó el sol, cómo volver a casa. Silbé su nombre, pero no me hizo ni caso. Dos días más tarde llamó con los nudillos a la puerta y yo, que sabía que era ella por la suavidad con que tocó la madera, giré rápidamente el pomo para poder abrazarla.
Después de llorar como locas durante un buen rato, abrí la boca de nuevo y se introdujo rápidamente. Me dijo que me quería y desde entonces, soy la mujer más feliz del mundo.
Después de llorar como locas durante un buen rato, abrí la boca de nuevo y se introdujo rápidamente. Me dijo que me quería y desde entonces, soy la mujer más feliz del mundo.
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