He visto a la barrendera recoger los sueños que se te cayeron ayer al suelo. Los ha barrido con cariño para no dañarlos o desgastarlos demasiado y poder utilizarlos cuando nadie la viera.
Me he acercado con sigilo y le he confesado que tu ya no estabas interesada en ellos, así que podía regalarlos al viento. Me ha mirado con incredulidad, se ha sonreído y con tono cojoso me ha dicho:
- Pero bonita, los sueños son el alma del infierno, tu no sabes lo alto que se cotizan.
Me he acercado con sigilo y le he confesado que tu ya no estabas interesada en ellos, así que podía regalarlos al viento. Me ha mirado con incredulidad, se ha sonreído y con tono cojoso me ha dicho:
- Pero bonita, los sueños son el alma del infierno, tu no sabes lo alto que se cotizan.
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