jueves, marzo 10, 2005

Tenía un hilo al final de su jersey. Uno de esos hilos que por más que quieras no puedes remediar la tentación de cogerlo y tirar suavemente de él.
Era de color verde. Y su textura me llamaba tanto la atención que decidí cogerlo. Tiré disimuladamente para que ella no se enterara.
Estoy seguro de que sabía que yo tenía prendido su jersey de mi dedo y que le excitaba esa sensación de pertenencia a otro cuerpo ajeno.
Tiré, tiré, tiré... Y ella se movía, contoneando las caderas, bailando con un ambiente cargado de espesura y de olor rancio.
Y fui descubriendo su piel blanca, sus pelos erizados por el contacto con el frío mañanero, sus pechos pequeños, sus pezones rosados...
Cuando terminé por deshacer la prenda entera fue cuando se volvió para mirarme; hasta entonces únicamente había sido producto de su imaginación.
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias