Mientras hacía cola para esperar que me entregaran un trozo de silencio, me choqué contra tus ojos. Aguanté la respiración, conté hasta tres, relajé mis músculos y comencé a cantar aquella canción que resumía todo lo que fuimos, todo el tiempo empañado de notas que recorrían fugaces por ese pentagrama ya borroso de tantas lágrimas que chupaban su tinta.
Hoy me tocaba soplar el viento de un saxo empañado de polvo, era su cumpleaños y se lo debía. Fuiste al único al que concedí mis miedos, espero que sepas guardarlos en secreto.
Hasta siempre.
Hoy me tocaba soplar el viento de un saxo empañado de polvo, era su cumpleaños y se lo debía. Fuiste al único al que concedí mis miedos, espero que sepas guardarlos en secreto.
Hasta siempre.
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