viernes, marzo 11, 2005

No escuchaba lo que me decía, no me interesaba en absoluto. Veía que ella notaba mi indiferencia pero realmente me dio igual, hoy me apetecía hacer teatro. Comencé a interpretar el papel de una mujer desquiciada con la vida, desesperada, irascible, insoportable, una mezcla entre Almodovar y Woody Allen.
Empecé a golpear la cucharilla contra la taza, a menear el pie izquierdo desesperadamente para que sintiera el ruido del tacón contra la barra inferior de la banqueta donde estaba sentada.
Ella miraba los bordes de mi cara que poco a poco se tensaron, mi labio inferior que se movía hacia dentro y hacia fuera en un ritmo contínuo, quizás el mismo que llevaba mi pie y mis dedos chascándose, como si estuvieran participando en una orquesta sinfónica.
Se cabreó, se volvió loca, neurótica con tanto ruido inoportuno y creado a la fuerza, me mandó a la mierda, soltó un billete de diez euros en la mesa, se bajó de manera estrepitosa de la banqueta y se marchó.
Este truco improvisado para poder describir al siguiente personaje de mi novela me fascinó, realmente me divertí viéndola estar fuera de sí, superada por una situación patética... Por lo que se me ha ocurrido que, como se me da bien lo de vestirme con otras pieles , la próxima vez me disfrazaré de Marilyn Monroe, con faldas y a lo loco.
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias