Ayer esperaba en la calle a que el tiempo pasara. A mi lado se paró una mujer negra de unos 35 años que apoyó de manera brusca la cabeza contra la pared de granito. Giré hacia la derecha mis ojos y le sonreí de forma amable; ella me mostró, con un rostro cálido, sus blancos dientes rodeados de unos sonrosados labios. Llevaba colgada una maleta de deporte enormemente grande de su hombro derecho, que hacía que la cremallera casi estuviera a punto de cederse, a la cual yo no podía de dejar de mirar porque necesitaba saber qué era lo que guardaba dentro.
Ella observó que no retiraba mis pupilas de la mochila y entre titubeos me dijo que ahí guardaba toda su vida. Yo arqueé mi ceja izquierda (la única que sé arquear) y torcí un poco el morro dando a entender que no me lo podía creer.
La negra, dejó lentamente la maleta en el suelo y la abrió. Revolvió algunas de las cosas que llevaba dentro y por un instante me acordé de la maleta de Mary Popins. Observé que la mayoría de las cosas que allí guardaba eran tarros de cocina, fotos, una caja de música, dos o tres libros, un gran neceser y algo de ropa, pero tan poca que lo que a continuación se me ocurrió preguntar fue por qué con una maleta de aquellas dimensiones sólo había esas prendas.
Su cara ensombreció, su labio entreabierto se endureció por un istante y me respondió:
Soy prostituta, ropa es lo único que no me hace falta.
Ella observó que no retiraba mis pupilas de la mochila y entre titubeos me dijo que ahí guardaba toda su vida. Yo arqueé mi ceja izquierda (la única que sé arquear) y torcí un poco el morro dando a entender que no me lo podía creer.
La negra, dejó lentamente la maleta en el suelo y la abrió. Revolvió algunas de las cosas que llevaba dentro y por un instante me acordé de la maleta de Mary Popins. Observé que la mayoría de las cosas que allí guardaba eran tarros de cocina, fotos, una caja de música, dos o tres libros, un gran neceser y algo de ropa, pero tan poca que lo que a continuación se me ocurrió preguntar fue por qué con una maleta de aquellas dimensiones sólo había esas prendas.
Su cara ensombreció, su labio entreabierto se endureció por un istante y me respondió:
Soy prostituta, ropa es lo único que no me hace falta.
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