viernes, enero 07, 2005

El se bebía sus lágrimas saladas, creía que de esta manera podría recomponer la parte de cuerpo que le faltaba, ahora que cada día estaban más lejos el uno del otro.
Ella se comía los pétalos de rosa que él le mandaba todos los viernes. Decía que podía sentir, mientras los pétalos recorrían su estómago, cómo el la acariciaba con las manos.
El decidió ponerse su perfume y sus anillos, para así soñar que la tenía siempre cerca.
Ella se puso su americana y su corbata azul marino con líneas diagonales azules claras, decía que así cuando se mirase al espejo, le vería siempre.
El entonces, decidió llamar a su puerta, para saber si seguía al otro lado de la madera marrón oscura.
Ella intuyó que él se acercaba y puso su mejilla izquierda para poder sentir su calor.
El se sentó, esperando a que ella se decidiera.
Ella siguió su trayecto, hasta notar su respiración de nuevo.
El le escribió una nota, que pasó por la rendija de la puerta:


Antes éramos dos mitades.
Necesito que por un instante volvamos a ser uno de nuevo.

Ella le respondió:

Seremos uno cuando puedas encontrame con los ojos cerrados en la oscuridad

Ella apagó la luz del recibidor y abrió la puerta. Se quedó de pie, desnuda en la noche, con los ojos cerrados, esperando que su piel la rozara de nuevo.
El empujó la puerta con suavidad, dio tres pasos, alargó la mano y palpó su pecho izquierdo.
Ella se estremeció, abriendo paso a sus lágrimas de nuevo.
El se las besó una a una, sin dejar que calleran al suelo.

Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias