lunes, octubre 18, 2004

El café se quedó frío en la mesa de madera. Metí la cuchara y removí lentamente la sustancia líquida que tenía aspecto de agua coloreada. Ella notó que estaba aturdida, sin saber qué decir ni hacer; necesitaba respirar silencio, pero a ella le inquietaba la soledad de su propia canción suspendida en el ambiente cargado por el humo. Puso su mano encima de la mía y la retiré con cuidado, eso la entristeció, pero siguió con el nudo en la garganta sin derramar ni una sola lágrima. Le dije que todo había acabado, que el frío había llegado hasta mi piel y esta vez la había traspasado. Mi corazón suicida había gastado todas las vidas que tenía guardadas en la mochila y hoy era el día de otro comienzo inesperado, hoy era ya mañana y ayer en uno solo, hoy se había agotado el tiempo que guardaba en mi mano izquierda y que la estaba ahogando, hoy me desprendí de los relojes sin agujas para esperar al último tren.
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias