No se les oía y desde la lejanía siempre se percibían sus notas suspendidas en el aire, sus timbales tocados con las manos negras y grandes de aquel africano de trenzas y la flauta travesera siempre tan dulce, luchando contra la furia del sonido que rebotaba en aquel cajón gitano.
Hoy no reían ni dejaban la cesta para que la gente les diese dinero, tampoco sus sombras esperaban a que nuestros oídos se dirigieran al lugar donde reposaban tristes esperando a sus dueños.
Hoy en su lugar había una máquina de Coca-Cola.
Hoy no reían ni dejaban la cesta para que la gente les diese dinero, tampoco sus sombras esperaban a que nuestros oídos se dirigieran al lugar donde reposaban tristes esperando a sus dueños.
Hoy en su lugar había una máquina de Coca-Cola.
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