El sueño americano
Posó el vaso sobre un folleto de color azul y blanco que su madre había guardado delicadamente en el bolso negro de piel. La marca de agua cercó la frase de "Esta es tu gran oportunidad para aprender inglés".
Alejandro la leyó a través del vaso mientras se terminaba las cuatro gotas que le quedaban pensando en lo guapa que era la niña de la foto.
"Forma parte del sueño americano. Disfruta de la diversión alcanzando un inglés bilingüe con un nuevo método...". Pero qué dientes tan blancos tiene- pensó en voz alta-.
- Oye mamá.
- Dime.
- ¿Es verdad que los yankees son todos tan guapos y tienen esa cara de inteligentes?
- Sí cariño. Los estadounidenses, no los yankees, que eso es una falta de respeto, son una raza superior. Tienen don de gentes, saber estar, pasión por la vida...canalizan las preocupaciones de otra manera, no fuman, no beben, no se drogan...
- Pero mamá...
- Es verdad. Hace dos semanas echaron un documental que más te valdría haberlo visto en vez de jugar tanto al ordenador que se te van a caer los ojos en el teclado.
- Pero si...
- Pero si nada. Creo que deberías plantearte ir un par de meses a las américas a ver si te espabilas y aprendes un poco de inglés que, entre lo parado que eres y la inexpresividad de tu cara, no te vas a ganar ni cuatro duros en esta vida.
Alejandro miró el folleto de nuevo. La hija, que tendría más o menos su edad, llevaba unos cortos pantalones de deporte y una camiseta de tirantes blanca que dejaba al descubierto unos finos hombros cubiertos, en parte, por el pelo brillante y rubio de tirabuzones.
La madre, de piel más morena y ojos azules abrazaba a un niño pequeño con ojos achinados mientras el padre, detrás de todos ellos, lucía una amplia sonrisa.
Dos días más tarde Alejandro estaba delante del teléfono con su madre al lado, intentando comunicarse con la familia que le acogería durante los meses de verano y que según su progenitora estaban hechos de una pasta especial.
Él, que de inglés sabía poco, se pudo enterar de que tenían una niña de su edad que iba al colegio y era cheerleader (de esas de pompones y falda corta), un hijo más pequeño que jugaba al ajedrez y un marido que hacía algo en Microsoft. Sin más detalles llegó a Boston donde una mujerona con un cartel amarillo chillón, que no paraba de zarandear de un lado a otro, le gritaba a pleno pulmón: "Welcome sweety!"
Cuando llegaron a la casa, que era un gran chalet adosado, le enseñó su cuarto en el que se encontró con una cama de agua, dos máquinas tragaperras, un futbolín y una consola. Dentro del armario había una nevera empotrada, repleta de refrescos y una revista al lado sobre "Vida familiar: cómo compensar los desequilibrios".
Él, que no daba crédito al paraíso dibujado ante sus ojos, deshizo las maletas y se tumbó en la cama acuática intentando mantener el equilibrio.
En la cena esperó sentado con su nueva madre al resto de la familia. Primero entró el padre que medía 1.85, llevaba gafas de pasta negras, pantalones vaqueros y camisa de rayas de manga corta; después el hijo, que también llevaba gafas de pasta negras, una mochila a la altura de la nuca y unos zapatos llenos de tierra y por fin la hija, cuyo uniforme debía de haberse encogido en la lavadora, mostrando parte de una barriga blanca muy poco atractiva.
Alejandro, a quien se le vino a la mente de manera inmediata el folleto azul y blanco sobre “el proyecto americano”, giró lentamente la cabeza hacia su madre de acogida quien, con una enorme sonrisa, le chapurreó:
- Bienvenido a tu nueva familia.
Tres semanas más tarde, después de intentar no marearse en la cama de agua, de persuadir al niño pequeño para que dejara de entrar a hurtadillas en su cuarto para jugar a las máquinas tragaperras, de enterarse de que la cheerleader era depresiva y de que el padre, que era un cerebrito de Microsoft, era autista, llamó a su madre para intentar volver.
- Mamá, esto es un infierno.
- Pero qué dices Alejandro, si estás en las américas, eso te pasa porque no tienes mundo.
- No mamá. La niña es una animadora fracasada que no puede saltar un centímetro del suelo, el niño no para de jugar a las máquinas y de apostar a los caballos, el padre no habla después de que consiguiera resolver un programa informático y la madre me obliga a mear en la taza del váter sentado.
- No te enteras, Alejandro, eso es porque son modernos, tienen otro espíritu y viven la vida desde otra perspectiva. Tu lo que tienes que hacer es codearte con esa gente y luego convertirte en un hombre de negocios. No como tu padre, que se metió en una organización de ayuda a los pobres para ganar dinero y resultó que era una tapadera de Mario Conde.
3 Comentarios:
Grande! Me ha encantado :)
By omrot, at 2:15 p. m.
Me ha parecido divertidisimo y no he parado de reir, bien para no esta inspirada¿no? Ahora hay que hacer otro con la vuelta del hijo.besazo de nadre
By Anónimo, at 5:52 p. m.
Ole! Estupendo, anaïs, as always!
By ScullyMD, at 10:07 p. m.
Publicar un comentario en la entrada
3 Comments:
Grande! Me ha encantado :)
Me ha parecido divertidisimo y no he parado de reir, bien para no esta inspirada¿no? Ahora hay que hacer otro con la vuelta del hijo.besazo de nadre
Ole! Estupendo, anaïs, as always!
Publicar un comentario
<< Home