Sobre la vergüenza ajena y otras cosas...
Es una realidad que un tipo en un escenario haciendo malabarismos con dos huevos y un ladrillo tiene todas las papeletas de o bien que los huevos y el ladrillo se le caigan o bien de que te cuestiones cómo puede una persona esperar una cola de más de cinco horas para participar en un concurso de "talentos", rodeado de contorsionistas, pseudocantantes y aspirantes a un sueño estelar.
Yo, que estoy sentada en el sofá, atónita, estupefacta y con la boca entrevierta mientras el constructor, vestido con unos vaqueros y una camisa hace girar todo su aparataje, no tengo oportunidad para re-pensar en la escena que se pasea por mis retinas...
Es tal el impacto visual de los huevos y el ladrillo dando vueltas sobre su cabeza que sin saber cómo se me cruza una idea rápida y vaga por la mente que hace referencia a la vergüenza ajena. Y es que yo estaba en el sofá de mi casa viendo cómo todo giraba al mismo tiempo y poco a poco se iba desmontando hasta acabar barnizando la cara de aquel títere...pero el jurado, que aguantaba la compostura como buenamente podía, le cuestionó algo que todos teníamos en mente:
- Pero, usted ¿qué talento tiene?
Y mientras recogía el ladrillo del aire con una gracia que ojalá hubiera puesto en práctica cuando lanzaba los huevos, respondió seriamente.
- ¿Yo? Yo soy malabarista.
- Pero si su actuación ha sido un desastre.
- Bueno, un mal día lo tiene cualquiera.
Yo, que estoy sentada en el sofá, atónita, estupefacta y con la boca entrevierta mientras el constructor, vestido con unos vaqueros y una camisa hace girar todo su aparataje, no tengo oportunidad para re-pensar en la escena que se pasea por mis retinas...
Es tal el impacto visual de los huevos y el ladrillo dando vueltas sobre su cabeza que sin saber cómo se me cruza una idea rápida y vaga por la mente que hace referencia a la vergüenza ajena. Y es que yo estaba en el sofá de mi casa viendo cómo todo giraba al mismo tiempo y poco a poco se iba desmontando hasta acabar barnizando la cara de aquel títere...pero el jurado, que aguantaba la compostura como buenamente podía, le cuestionó algo que todos teníamos en mente:
- Pero, usted ¿qué talento tiene?
Y mientras recogía el ladrillo del aire con una gracia que ojalá hubiera puesto en práctica cuando lanzaba los huevos, respondió seriamente.
- ¿Yo? Yo soy malabarista.
- Pero si su actuación ha sido un desastre.
- Bueno, un mal día lo tiene cualquiera.
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