lunes, febrero 07, 2005

El reloj se paró a las diez. En ese momento sonó la puerta, era el cartero. Me entregó un sobre donde se encontraban flotando tus lágrimas, luchando por salir del papel. Se secaron al tiempo. Yo, en cambio, no puse pilas nuevas para que las agujar retomaran su camino, así podría recordar siempre el momento en el que decidiste ponerte a llorar.

Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias