martes, agosto 24, 2004

Son las diez de la mañana y la consulta está abarrotada de pacientes con ideas descerebradas y por qué no, también descabelladas.
Manuel ya tiene puesta la bata blanca y está sentado en la silla de cuero acolchado con el espediente médico de David encima de la mesa.
- ¡Asesino!, ¡Eres un asesino!- entra a voz en grito y haciendo que la puerta choque contra la pared sin cuidado- ¿Me puedes explicar por qué cojones me has matado?
- Si estás muerto ¿qué haces aquí?
- Quería verte la cara por última vez, antes de dejar que me dispararas, aún no has tenido el valor de hacerlo pero sé que dentro de unos segundos vas a sacar de ahí debajo una pistola.
- Yo no voy a dispararte, puedes hacerlo tú mismo, ahí la tienes.
- ¿Dónde?
- Ahí encima, al lado de esos papeles ¿la ves?
- Ah, si, ahora la veo.
- Bien, pues cógela, es toda tuya.
- Si...Ahora la cojo.
- Pero si te disparas hoy, recuerda que mañana estarás muerto y no podrás aparecer por aquí.
- Ah...¿no?
- No.
- Bueno, en ese caso, quizás lo dejamos mejor para mañana ¿no?
- Si, será mejor.
- Pues entonces me voy, mañana te veo.
- Eso espero y ... cuídate, no sea que te vayas a morir antes de tiempo.
- Descuida, que he descargado el revolver que tengo de bajo de la almohada.

El becario estaba mirando a Manuel con los ojos fuera de las órbitas. En la mesa no había ninguna pistola. El médico seguía escribiendo en una hoja en blanco sin que la tinta del boli dejara dibujada ninguna letra. David miraba a los pájaros. Fue entonces cuando el becario se preguntó ¿Hay que estar loco para entender a los locos?
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias