miércoles, abril 18, 2007

Todo pasa

El gordo se colocó la hebilla del cinturón mientras salía del baño. Tenía 43 años, dos hijas, una mujer que cuidaba la casa y un audi A6 que le regaló el BBVA por Navidades. Trabajaba de taquillero en un cine de la Avenida Monrroy, le daba justo para fin de mes (lo cierto es que le daba para algo más pero lo invertía en cabinas de streptease situadas en el Barrio Oscuro) y su labor, realmente no le satisfacía del todo, pero no se quejaba.
El gordo era consciente de su sobrepeso, de los problemas cardiológicos y de respiración que padecía, pero hacía tiempo que su mujer se había cambiado de habitación para dormir y eso le permitía estar solo en el colchón de matrimonio, un sueño que llevaba cosechando algún tiempo.
Sus hijas estaban en una situación insoportable de novios que no hacían más que romperles el corazón y hacerlas llorar continuamente; pero para eso ya estaba su mujer Lola, quien recostaba a las jovenzuelas en su abultado pecho que olía a colonia de Rosas de la farmacia junto con frituras varías de la comida.
Se podría decir que la relación entre los personajes no era del todo aborrecible puesto que se trababan con cordialidad y que las prácticas de apareamiento eran las justas para sobrevivir. Así que, todo ello, junto con que lo de separarse no estaba apuntado en la lista de la nevera como proyectos a corto o largo plazo, hacían que juntos formaran una familia "a su manera".
Un día, El gordo, cansado de tener que levantarse a apagar la televisión del cuarto de dormir de los años 90, inventó un sistema de apretado eléctrico mediante una barilla metálica que cogía entre el dedo pulgar y el que le sigue en el pie, que le ayudaba en su árdua tarea de manejar la caja tonta, antes de acostarse. Una día, mientras se peleaba con su nuevo sistema, comenzó a sentir una fuerte punzada en el corazón que no le dejó más que agarrarse el pecho con la mano derecha y cambiar de canal, fruto de los fuertes espasmos.
Por unos minutos, El gordo, que veía medio entre neblinas lo que se proyectaba en la televisión recobró la consciencia y gracias a los ejercicios de respiración aprendidos en natación sincronizada en su juventud se estabilizó sin apenas darse cuenta.
Las imágenes de la pantalla dejaron la nitidez a un lado para centrarse en un conjunto de rayas que se iban y se venían y que en determinado momento dejaron de aparecer, justo cuando la protagonista de la película porno le hacía una felación al maquinista de un tren de mercancias.
Los pinchazos se pronunciaron, de repente, como mil agujas, clavándose al mismo tiempo en un punto en concreto. Siguiendo el ritmo de la escena, El gordo sentía el dolor incesante de otro ataque cardíaco y no podía más que pensar lo justo, pues tenía la lengua agarrotada por completo.
La escena se volvió nítida de nuevo, la protagonista, de rodillas, se limpiaba los restos de semen, El gordo, que en quince años no había dejado de perjurar cada vez que debía levantarse para apagar la televisión, se arrastró como una serpiente por las sábanas hasta clavar sus ojos en los de la joven. Murió 30 segundos más tarde de infarto. La película porno, que estaba situada en una de las estanterías del sex shop al que el acudía una vez a la semana, era de las más cotizadas por su composición técnica y fotográfica. La protagonista, que llevaba una peluca negra rizada, acorde con sus ojos, la llamaban Candela, aunque su nombre real en los títulos de crédito era Lola.

2 Comentarios:

Buenisimo, buennisimo el post, se ve que el calor de aguza el ingenio sigue asi chipirona, besos de madre.

By Anonymous Anónimo, at 5:11 p. m.  

estoy con madre, es genial, sigue asi, un besazo.Paula

By Anonymous Anónimo, at 10:03 a. m.  

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2 Comments:

Anonymous Anónimo Dice...

Buenisimo, buennisimo el post, se ve que el calor de aguza el ingenio sigue asi chipirona, besos de madre.

5:11 p. m.  
Anonymous Anónimo Dice...

estoy con madre, es genial, sigue asi, un besazo.Paula

10:03 a. m.  

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