El Tajín

Aquel lugar en el que los voladores de Panpantla no paraban de pedir donaciones aunque no hubieras visto el espectáculo y en el que nos volvimos a colar con los de prensa una vez más...
Alquiler de coche, salida a las diez de la mañana, llegada a las cuatro de la tarde, mucho calor, montar la tienda de campaña (con los consabidos: dónde están las piquetas, cómo se clava esto, has metido mal el palo, este no llega que es demasiado pequeño...) y visita a las ruinas.

Terminamos viendo un espectáculo de luces entre estos monumentos que estaba abarrotado de gente y en el que para poder ver tenías que correr entre las piedras medio a oscuras. Ana, creyéndose Carl Lewis, decidió que no le toreaba nadie y se plantó en la línea de fuego, María y yo le seguimos cautelosamente entre risas...Aquello parecía la revoltosa...

Después de esta maravilla quedaban cinco horas de viaje en coche por la noche...Pero mereció la pena.