María llevaba un vestido azul cielo ajustado a la cadera que le cubría levemente las rodillas. Javier, sentado frente a ella, apoyaba los codos en sus rodillas y cogía su cara entre las manos. María tenía el cuerpo reclinado en el respaldo de la silla y sus piernas entreabiertas dejaban que el calor del verano saliera de sus entrañas. Javier, aspirando el olor de la piel de María, comenzó a sentirse incómodo pero no cambió de postura. María cogió la puntilla que decoraba el final de su vestido y lo levantó hasta sus nalgas. Javier siguió con la mirada la trayectoria de la tela azul cielo esperando ver sus bragas blancas. María deslizó su mano hasta tocar su sexo. Javier cerró levemente sus párpados. María entreabrió su boca. Javier comenzó a respirar profundamente. María se mordió el labio inferior. Javier se tapó la cara. María tensó sus piernas. Javier se reclinó en la silla. María dejó escapar una lágrima. Javier cerró sus puños. Los dos se levantaron y se marcharon como perfectos desconocidos.
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