La llamaron...
La llamaron Mundo, de esta manera abarcaría todos los nombres que pudieran existir.
La vistieron con las ropas de su hermana mayor, esas que siempre se guardan para un futuro que nunca suele llegar.
Le enseñaron la poesía de Walt Whiteman porque creían que así su corazón se disfrazaría de una sensibilidad los suficientemente grande como para poder comprender el mundo del que ella también formaba parte.
Le calzaron unos zapatos rojos de charol donde todos los días veía reflejada su niñez.
Le dieron un pequeño mapa para buscarse dentro de la inmesidad terráquea.
Le dibujaron el camino que, aunque no quisiera, debería seguir si se perdía.
Le revelaron los secretos fundamentales de la vida para que no se extrañase cuando se topara con lo desconocido.
Le dijeron que estaba preparada para conocer.
Le pidieron que nunca llorara, las lágrimas también se agotaban.
Pero se olvidaron de algo.
Nadie le enseñó cómo andar.
La vistieron con las ropas de su hermana mayor, esas que siempre se guardan para un futuro que nunca suele llegar.
Le enseñaron la poesía de Walt Whiteman porque creían que así su corazón se disfrazaría de una sensibilidad los suficientemente grande como para poder comprender el mundo del que ella también formaba parte.
Le calzaron unos zapatos rojos de charol donde todos los días veía reflejada su niñez.
Le dieron un pequeño mapa para buscarse dentro de la inmesidad terráquea.
Le dibujaron el camino que, aunque no quisiera, debería seguir si se perdía.
Le revelaron los secretos fundamentales de la vida para que no se extrañase cuando se topara con lo desconocido.
Le dijeron que estaba preparada para conocer.
Le pidieron que nunca llorara, las lágrimas también se agotaban.
Pero se olvidaron de algo.
Nadie le enseñó cómo andar.
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