La tetas

Me cuesta no hablar de mi vida- dijo la tetas, mientras se estiraba los pliegues de la camisa con cuidado, evitando una apertura mayor de la debida entre los botones-. Yo soy muchos personajes al mismo tiempo. Soy políglota, polifacética, politénica, poliédrica...esto me obliga, inevitablemente, a saber todo aquello de lo que la gente habla porque YO, ya lo he vivido.

Así, cada vez que alguien cuenta un chiste, yo remato con la sengunda parte; cada vez que alguien se ve en una situación apretada, yo ya sé cuál va a ser el desenlace...en fin, que hago de superheroína y la verdad, estoy un poco cansada...

Últimamente me ha dado por intentar adivinar todo lo que pillo al vuelo... que si este se muere hoy, que si el otro mañana, que si el número de la lotería cae en cinco... pero también lo he dejado. 

- ¿Por qué? parece de las cosas más interesantes que has hecho...

- Porque me adiviné, a mi misma, que me iban a adelgazar las tetas y me entró el sofocón.  

 

Esto es lo que pasa una tarde de domingo

Pidió silencio. A continuación, todos callaron. Nadie sabía por qué les habían reunido en aquel viejo teatro. El hombre del esmoquin fumaba ducados. La vieja acariciaba con sus uñas postizas el posabrazos del sofá. Alguien repitió dos veces la misma frase. Ellos eran los elegidos. Lo decía la invitación de color sepia que les llegó a casa. El telón del escenario se corrió despacio. El invitado presentó a dos mujeres siamesas. Llevaban un pecho al aire, cada una el suyo. También aparecieron un mago y una cabra con un cascabel colgando. Una siamesa cantó a capela. La otra le hizo los coros.

- ¿Qué hacemos aquí?- preguntó la vieja de las uñas postizas.
- No lo sé. Creo que ahora viene el número final y luego nos dirán qué es lo que hemos ganado por ser los elegidos - contestó el hombre que fumaba ducados.
- Creo que el premio es un apartamento en Benidorm- añadió un tercero.
- Bueno, entonces, esperaremos hasta el número final.