¿Por qué no?
Juguemos a juntar nuestros tiempo. A colgarnos de la esperanza prematura. A recorrernos la oscuridad de nuestras paredes y encontrarnos otra vez, sentados frente al sueño de ser desconocidos. Y entonces observar que todo se parece a la vida que pintamos sería casi perfecta, donde las tardes no acaban y siempre vuelve a ser primavera.
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