Verano
La boca le sabía a piscina salada, con trampolines de dos pisos y manguitos de corcho. Me dijo que vivía en la zona donde se hace pie y que el cloro se había quedado insertado en su piel para siempre. Los socorristas se deslizaban por su lengua y más de una vez los había rescatado, se habían olvidado de nadar. El mundo en su boca era como un enrevesado laberinto. Las muelas se convertían en barras de chiringuito y la campanilla era un gran megáfono con canciones del verano. Pero todo esto solo duraba 3 meses, el tiempo que las piscinas están abiertas; al terminar, la boca se convertía en la Gran Vía de Madrid.
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