martes, diciembre 30, 2008
domingo, diciembre 07, 2008
Se subió los pantalones. El polvo había estado bien. Ella seguía de costado, con la nuca empapada de sudor. Se llamaba Julianne. La habitación olía a ambientador, esencia de violetas. La condensación de los pensamientos se suspendía en los cristales. El amor le retorcía. Se abrochó el cinturón. Había adelgazado. Le estaban costando caros los sentimientos, pensó. 100 euros la hora. 100 euros eternos.