Las clases
Su padre le pagaba las clases de piano. Tres veces por semana acudía aquel joven inglés a enseñarle algunas de las partituras de Lizt que su padre siempre había querido aprender y nunca tuvo oportunidad ni oído suficiente para hacerlo.
Ella, inexperta o demasiado, pero no en música, se limitaba a tocar los pocos acordes que podían casar con las notas de una partitura endemoniada. El inglés, más interesado por los artes que aquella joven podía esconder bajo los refajos de su vestido, que en repetir cien veces la misma estrofa desafinada, decidió intentar encandilarla con su lado medio poeta.
Ella, que de poesía tampoco sabía demasiado pero que se reía tontamente con el acento anglosajón del individuo que la miraba con lascivia, se dejó llevar.
Y así, entre algún que otro verso de Dylan Thomas y un poco de imaginación para hacer creer al padre que no estaba malgastando su dinero, compusieron el repertorio más largo que jamás creía el padre que pudiera haber tocando en algún momento Lizt.
1 Comentarios:
Magnífico texto, magnífica foto.
By Candela, at 3:54 p. m.
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Magnífico texto, magnífica foto.
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