jueves, mayo 29, 2008

A la espera

Frente al número 27 de la calle San Juan el Bárbaro, Martina, Saturnino y Fabián esperaban tranquilos. Martina le dijo a su padre que se subiera la bragueta del pantalón. Saturnino no le hizo caso y bostezó. Fabián no dejaba de meterse el dedo en la nariz mientras guiñaba simultáneamente los ojos. Un reloj marcó las once y cuarto de la mañana.

- ¿Cuánto tiempo seguiremos esperando? - preguntó Saturnino-.

- Un cuarto de hora más, ¿acaso te importa?- respondió Martina-.

- Hombre, sí, tengo ganas de mear y a las doce he quedado para jugar al mús con Teodoro.

- Pues el pis te lo aguantas y al mús no creo que vayas a volver a jugar.

- Mamá -dijo en voz baja Fabián-.

- ¿Qué ocurre?-.

- No creo que nadie vaya a bajar-.

- De verdad, qué pesados estáis los dos.

- Pero es que...

- ¡Pero es que nada! Aquí quietos y sin rechistar. Me tenéis harta.

15 minutos más tarde, la puerta se entreabrió. El mayordomo apareció empujando aquel mostrenco de madera vieja, con su traje impoluto y los guantes blancos.

- El señor todavía no está listo.

- ¿Todavía no está listo? Pero, ¡esto es un cachondeo! ¿usted se cree que podemos decidir cuándo morir?- gritó Martina-.

- Lo siento señora, pero tendrán que venir mañana- respondió amablemente el mayordomo.

- De eso nada. Nosotros entramos hoy al cielo. Basta ya de esperar. Papá, súbete la bragueta, Fabián sácate el dedo de la nariz ¡Vámos!

Los tres se lanzaron hacia el mayordomo quien, cubierto de fragilidad, no pudo más que dar un paso atrás y dejar vía libre entre gritos de ¡alto, les he dicho que no pueden entrar! El impulso fue tal que por poco desencajan la puerta de madera. Aterrizaron en el suelo, Martina primero, luego su padre y luego Fabián encima de su abuelo.
Cuando levantaron la vista, Dios se estaba subiendo los calzoncillos de topos negros con torpeza.
Se quedó mirándolos mientras yacían perplejos en el suelo y preguntó.

- ¿Qué desean?- preguntó Dios-.

- Entrar al cielo- dijo Martina-.

- ¿Saben jugar al mús?

- Yo sí- dijo rápidamente el abuelo-.

- Entonces, sean bienvenidos - añadió Dios mientras se colocaba bien la goma del calzoncillo-.

domingo, mayo 25, 2008

Cayó en la cuenta, el espantapájaros, de que la vida, para él, no era más que esperar a que cualquier animal con alas se le posara en los brazos. Qué tristeza, pensó, mientras las ropas se le deshacían con el viento, dejando al descubierto un corazón de alambres.

miércoles, mayo 14, 2008

- ¡Hijo de puta!, gritaba desesperado Antonio, a pleno pulmón.
- Pero ¿a quién grita usted loco traidor?
- Al silencio.
- ¿Al silencio?
- Sí, a ese maldito, que siempre me da la razón.

martes, mayo 06, 2008

Tendrás (tendremos) que aprender a convivir con el cáncer. Y lo sabe (Y lo sabemos). Solo que a veces, las tardes de lluvia, son algo más que una tarde en casa.
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias