domingo, abril 27, 2008

El sarpullido

Ensimismado en su enamoramiento platónico no se dio cuenta del sarpullido que le había crecido debajo del ojo izquierdo. Las pequeñas manchas se multiplicaron vilmente y en poco tiempo recubrieron su cuerpo, sin dejar libre un hueco por el que respirar.
Su novia, pálida como el yeso, encantada de que él marcara tendencia, decidió pasearlo por las televisiones inventándose el cuento de que todo era una reacción del corazón. Al tiempo, el sarpullido fue aflojando su intensidad y ella optó por pintar los pequeños espacios desteñidos y dejarlo secar en el balcón de casa. Cuando la novedad dejó de serlo y pasó a formar parte de lo común, "la novia de yeso" se aburrió de él y lo abandonó. Dicen las malas lenguas de entonces, que la tristeza invadió al "hombre sarpullido" quien para intentar recuperar a su novia de nuevo se convirtió en camaleón y así poder cambiar cuando quisiera de color.

martes, abril 22, 2008

La gitana



Gitana. Sentida tristeza guardada en los labios. Profundo llanto. Amargo, pasajero, liviano.
Atadura del carazón en la noche, dormida entre tus piernas, en el sabor cansado.
Te susurré el perdón de los que huyen del final de su desdicha.
De quien la sombra abre paso.
Y tu me dices, a lo lejos.
Que entre tus piernas solo queda el recuerdo.
El nudo amargo.
La sombra.
El viento.


domingo, abril 20, 2008

Porque es cierto que a veces los problemas no se pueden compartir. Ni el sexo. Ni la angustia. Ni el "ya no te quiero, hoy me olvidé de tí". Porque a veces solo podemos hacer sumas y restas. Y agotar el tiempo. Sin hacer nada. O haciéndolo todo. Porque a veces, todo va bien, aunque no lo sepamos.

jueves, abril 10, 2008

Quiso decir que prefería la sopa de ajos tiernos al revuelto de setas que su mujer le había puesto delante de sus ojos con tan solo una mirada.
Ella observó su extraño gesto pero entendió que el problema era que el revuelto no estaba lo suficientemente caliente (lo había retirado cinco minutos antes del fuego).
Cuando cogió el plato de nuevo para complacer a su marido, él la miró con una angustia frenética intentando transmitirle que ni se le ocurriera meterlo en el microondas porque odiaba la comida recalentada.
Ella que, sin dejar de observar milimétricamente sus gestos, pensó que tenía tanta hambre que no podía retener su voracidad repentina y por eso sujetaba desesperadamente el borde del plato, volvió a dejarlo en la mesa y le sirvió el doble de revuelto.
Él, que con un nudo en el estómago llegó a la cuenta de que su comunicación no estaba funcionando, bajó la vista sin saber realmente qué decir. Ella, que en todo momento creyó haber entendido sus necesidades, le acarició la mano con cariño.
Él la complació probando su comida.
Ella le sonrió.
Así, eran felices.

sábado, abril 05, 2008

Los nuevos héroes

Ahora para ser alguien en la historia universal no es necesario que tu nombre quede acuñado en El Pequeño Larousse sino que, al escribirlo en un buscador, aparezca el primero en la lista de los resultados naturales. Han cambiado los héroes y la forma de encontrarlos.

jueves, abril 03, 2008

El sueño americano

Posó el vaso sobre un folleto de color azul y blanco que su madre había guardado delicadamente en el bolso negro de piel. La marca de agua cercó la frase de "Esta es tu gran oportunidad para aprender inglés".
Alejandro la leyó a través del vaso mientras se terminaba las cuatro gotas que le quedaban pensando en lo guapa que era la niña de la foto.
"Forma parte del sueño americano. Disfruta de la diversión alcanzando un inglés bilingüe con un nuevo método...". Pero qué dientes tan blancos tiene- pensó en voz alta-.

- Oye mamá.
- Dime.
- ¿Es verdad que los yankees son todos tan guapos y tienen esa cara de inteligentes?
- Sí cariño. Los estadounidenses, no los yankees, que eso es una falta de respeto, son una raza superior. Tienen don de gentes, saber estar, pasión por la vida...canalizan las preocupaciones de otra manera, no fuman, no beben, no se drogan...
- Pero mamá...
- Es verdad. Hace dos semanas echaron un documental que más te valdría haberlo visto en vez de jugar tanto al ordenador que se te van a caer los ojos en el teclado.
- Pero si...
- Pero si nada. Creo que deberías plantearte ir un par de meses a las américas a ver si te espabilas y aprendes un poco de inglés que, entre lo parado que eres y la inexpresividad de tu cara, no te vas a ganar ni cuatro duros en esta vida.

Alejandro miró el folleto de nuevo. La hija, que tendría más o menos su edad, llevaba unos cortos pantalones de deporte y una camiseta de tirantes blanca que dejaba al descubierto unos finos hombros cubiertos, en parte, por el pelo brillante y rubio de tirabuzones.
La madre, de piel más morena y ojos azules abrazaba a un niño pequeño con ojos achinados mientras el padre, detrás de todos ellos, lucía una amplia sonrisa.


Dos días más tarde Alejandro estaba delante del teléfono con su madre al lado, intentando comunicarse con la familia que le acogería durante los meses de verano y que según su progenitora estaban hechos de una pasta especial.

Él, que de inglés sabía poco, se pudo enterar de que tenían una niña de su edad que iba al colegio y era cheerleader (de esas de pompones y falda corta), un hijo más pequeño que jugaba al ajedrez y un marido que hacía algo en Microsoft. Sin más detalles llegó a Boston donde una mujerona con un cartel amarillo chillón, que no paraba de zarandear de un lado a otro, le gritaba a pleno pulmón: "Welcome sweety!"
Cuando llegaron a la casa, que era un gran chalet adosado, le enseñó su cuarto en el que se encontró con una cama de agua, dos máquinas tragaperras, un futbolín y una consola. Dentro del armario había una nevera empotrada, repleta de refrescos y una revista al lado sobre "Vida familiar: cómo compensar los desequilibrios".
Él, que no daba crédito al paraíso dibujado ante sus ojos, deshizo las maletas y se tumbó en la cama acuática intentando mantener el equilibrio.

En la cena esperó sentado con su nueva madre al resto de la familia. Primero entró el padre que medía 1.85, llevaba gafas de pasta negras, pantalones vaqueros y camisa de rayas de manga corta; después el hijo, que también llevaba gafas de pasta negras, una mochila a la altura de la nuca y unos zapatos llenos de tierra y por fin la hija, cuyo uniforme debía de haberse encogido en la lavadora, mostrando parte de una barriga blanca muy poco atractiva.

Alejandro, a quien se le vino a la mente de manera inmediata el folleto azul y blanco sobre “el proyecto americano”, giró lentamente la cabeza hacia su madre de acogida quien, con una enorme sonrisa, le chapurreó:

- Bienvenido a tu nueva familia.

Tres semanas más tarde, después de intentar no marearse en la cama de agua, de persuadir al niño pequeño para que dejara de entrar a hurtadillas en su cuarto para jugar a las máquinas tragaperras, de enterarse de que la cheerleader era depresiva y de que el padre, que era un cerebrito de Microsoft, era autista, llamó a su madre para intentar volver.

- Mamá, esto es un infierno.

- Pero qué dices Alejandro, si estás en las américas, eso te pasa porque no tienes mundo.

- No mamá. La niña es una animadora fracasada que no puede saltar un centímetro del suelo, el niño no para de jugar a las máquinas y de apostar a los caballos, el padre no habla después de que consiguiera resolver un programa informático y la madre me obliga a mear en la taza del váter sentado.

- No te enteras, Alejandro, eso es porque son modernos, tienen otro espíritu y viven la vida desde otra perspectiva. Tu lo que tienes que hacer es codearte con esa gente y luego convertirte en un hombre de negocios. No como tu padre, que se metió en una organización de ayuda a los pobres para ganar dinero y resultó que era una tapadera de Mario Conde.

Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias