sábado, diciembre 30, 2006

¿Y ahora?

Es complicado decirte que nada es como a alguien se le ocurrió decirte que era. Que los ilimitados mapas se truncan con fronteras de hormigón. Que los payasos alcanzan los niveles de suicidio más elevados. Que llorarás aunque no quieras. Que te tropezarás y caerás al suelo como los que duermen entre cartones. Que matarás los sentimientos de otros que, cercanos a tí, confiaron en tus palabras. Que la paz es algo que no existe, solo algo que debemos hacer que exista.

jueves, diciembre 21, 2006

Una tarde

Dicen que llovía aquella tarde. Que los cristáles se tiñeron con canciones de domingo. Dicen que la vieron llegar con las ropas de otra década, no supieron cuál. Entró sin llamar. La esperaban sentados en el sillón granate con el tapiz desgastado. La espararon tomando té con leche y dos cucharadas de azucar. Preguntó por Ramón. Estaba en el baño. Preguntó por Pilar. Levantó la cabeza. Dejó la taza. Se incorporó delicadamente. Se atusó el cabello y se colocó la falda. Respiró fuerte, apretó los labios y se acercó a la Dama. Ramón salió entonces, con la bragueta bajada, metiéndose la camisa y tosiendo roncamente. Luego será su turno. Pilar agarró la mano de su marido, le lloró encima y él guardó las lágrimas. Dicen que la Dama ocultó a Pilar bajo su capa y desaparecieron. Ramón todavía espera. Los otros, también, cada domingo, con una taza de té con leche y dos cucharadas de azucar. No hablan, solo sueñan con la Dama y su capa de otra época.

martes, diciembre 12, 2006

Las vacaciones

Creímos que la cometa nos salvaría el verano. Un pueblo de cien casas, viejos desdentados y cuatro niños sucios mal vestidos que jugaban a pegarse puñetazos. El pueblo de los abuelos era...El pueblo de los abuelos. Domingos de misa, siestas de cuatro horas, pozas llenas de hierbas y ramajes...Y un desierto interminable con cuarenta grados de calor. La única diversión era intentar hacer volar aquel maldito pájaro de plástico. Cada uno tenía tres intentos. Calor, una pequeña brisa, coger carrerilla y lanzar. Mario, Jaime, Susana y yo preparados, en fila india, animándonos como si fuera un estadio de fútbol. Tres, dos, uno...Al suelo.

- No hay viento suficiente- gritaba Jaime sin parar.
- Ya lo sabemos, listo.- respondía Susana.

Los brazos en jarras, sudando y Mario quejándose del tiempo perdido. Tres, dos, uno....Al suelo.

- Me voy a casa-dijo Mario.
- Pues vete, pesado- respondió Susana.
- ¡Ya vale!- Dijo Jaime.

Suelta la cometa, la deja en el suelo, se acerca a Mario...

- ¡Si quieres irte, vete, pero deja de dar el coñazo!
- Pues me voy, pringao, que eres un pringao.
- ¿Qué me has llamado?
- P-r-i-n-g-a-o.
- Jajajaj, ¡dirás PRINGADO, que no sabes ni hablar imbécil!
- ¡Imbécil tú!

Pelea. Puñetazos en los ojos. Pantalones llenos de tierra....

- ¡Chicos, chicos la cometa! ¡Qué se va la cometa! ¡Que el viento se lleva la cometaaaaa!

Tarde...El pájaro de plástico era inalcanzable y nosotros, mientras tanto, nos quedamos mirando al cielo. Aquel cielo que olía a mar. Al fondo, las nubes y detrás... El Manhattan de los abuelos desdentados.

martes, diciembre 05, 2006

Lo interminable

Una herida, demasiado abierta, demasiado profunda, demasiado sangrante como para poner un vendaje. Una herida traicionera, de las que recuerdan a menudo que sigue abierta, desmembrada, despistada pero lista. Una herida que consigo cerrar de lunes a sábado pero que vuelve a abrise los domingos....
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias