martes, diciembre 28, 2004

Estaba frente al espejo del baño, con las manos apoyadas a ambos lados del lavabo. Bajó la cabeza hasta situarla entre sus hombros, suspiró y cogió la crema de la cara. Se la extendió cuidadosamente, esparciendo los restos por los nudillos de sus manos; luego cogió el pote y deslizó el líquido beige por su moflete derecho, por el izquierdo, por la barbilla y la frente y por los párpados con mucha suavidad. Perfiló la zona de la nariz mirando una y otra vez para que no quedara ningún resto visible.
A continuación cogió la sombra de ojos rosa clara y con la almohadilla que vestía a la pequeña espátula, extendió los polvos alrededor de la tersa y húmeda piel, mezclándolos con parte del maquillaje. Entreabrió sus tupidas pestañas y con las pupilas clavadas en el cristal se dio cuenta de que todavía le faltaban algunos detalles. Tomó la línea de ojos plateada y estirando del lado contrario del lagrimal hizo que su ojo adoptara la forma que tienen los de los orientales. Desde dentro hacia fuera dibujó un trazo recto y fino que dejaba una estela brillante.
Depués cogió el rímel y plegando las pestañas, peinó las situadas en la parte superior intentando que la tinta negra no empañara el resto de pinturas.
Cuando terminó, rebuscó entre el neceser y encontró con un pintalabios rojo oscuro. Giró el tubo que contenía la barra colorida y lo deslizó por sus carnosos labios. No se dio mucho porque sabía que lo mejor era frotarlos suavemente hasta que ambos quedasen cubiertos.
Cuando finalizó con cada una de estas pequeñas tareas, cogió la colonia de Pedro Morango para mujer y diseminó por su cuello unas cuantas gotas.
Yo le miraba entre perpleja y aturdida. Cuando giró la cabeza, su cara sonriente no despegaba sus ojos de los míos. Con una voz entusiasta y cálida me dijo:

- Vamos cariño, nos están esperando.

sábado, diciembre 25, 2004

Si supieras que cada vez que te das la vuelta beso los pensamientos de otros; que cada vez que llegas tarde a casa y encuentras las sábanas calientes es porque alguien las usó primero; que cada vez que te hago una receta nueva de cocina que tanto te gusta, es porque a mí alguien me la hizo primero; que cada vez que disfrutas más del sexo, es porque a mi me enseñaron la magia de los amantes en la oscuridad de las sombras; que cada vez que me tocas los pechos pienso que son las manos del que algún día me los tocará a escondidas; que cada vez que te doy la espalda y apoyas tu labios en ella, estás besando los labios de otros...
Si tu supieras que ya ni siquiera sé lo que quiero, que apenas me reconozco bajo la luz de las farolas...
Si tu supieras que cambio con cada tacón que me pruebo, con cada nuevo perfume, con cada nariz que huele mi cuello.
Quizás es mejor que no sepas nada, que te mantengas callado, tumbado a mi lado, cerca de mi espalda mojada por el placer, con los ojos cerrados y pensando que aún te sigo queriendo.

martes, diciembre 21, 2004

Queridos invisibles:

Sé que hace mucho tiempo que no tenéis noticias mías, pero es que la rutina se ha instalado en el lado derecho de mi cuerpo y no se arranca a volar... así que hasta que ese momento no llegue, todos los días son similares.
Pero si algo, dentro de esta tranquila vida, me ha llevado a escribiros, es el hecho de haber podido, por una vez en mucho tiempo, lavarme los dientes en condiciones. Poco a poco me han ido desapareciendo, al igual que los dedos anulares e índices y es toda una odisea poder coger el cepillo y averiguar donde se sitúan los molares, los premolares, los colmillos...Pero creo que ya le he cogido el truco, así que no debéis preocuparos por mi higiene bucal que ya está casi conseguida.
En cuanto a la ropa, el tema está más complicado, porque como la parte izquierda poco a poco se hace borrosa y el brazo ya casi no se puede ver en condiciones, la ropa me cuelga de esa zona y la gente insensata se queda mirando aturdida y yo no sé cómo explicarles, que dentro de un tiempo, ya no podrán ni siluetear mi cuerpo porque habré desaparecido por completo.
En lo que respecta al amor... tengo malas noticias. El corazón, al estar en el lado izquierdo también, ha tomado ventaja con respecto al resto de zonas corporales, por lo que su desaparición fue de forma más o menos inmediata y por ello ahora apenas siento. Lo único que me queda vivo son los recuerdos, pero cada vez menos, porque al hemisferio situado en aquella zona que denominaremos "x" ,también le ha dado por tormarse unas vacaciones. Con todo esto quiero adelantaros que, aunque en un principio tenía segura la necesidad imperiosa de no estar aquí, entre los humanos, cada día me aterra más pensar que poco a poco tendré que ir despidiéndome.
También pienso, por el contrario, que debo ser fuerte y seguir mis instintos y que si en un momento decidí no avanzar ni un paso más, fue por algo; así que, sin querer contar más de lo necesario para que pueda haber más cartas de ahora en adelante que cada vez existo en menor medida, me despido con un fuerte beso, que espero se escurra entre el viento y les llegue con fuerza.

Atentamente, Anaïs.

domingo, diciembre 19, 2004

Antes adoraba el jazz ahora, apenas puedo escucharlo porque cada vez que lo hago, mi estómago es encoge al recordar la tristeza que debe sentir mi saxofón abandonado, en alguna habitación de mi casa, de la cual prefiero no acordarme.

sábado, diciembre 18, 2004

Hay personas a las que les asusta el silencio, otras lo necesitan como si conformarse parte de sí mismos. Yo no me decido ni por una ni por otra, a veces me da miedo, otras es la solución a mis problemas, pero cuando esconde más de lo que debiera, intento evitarlo.

viernes, diciembre 17, 2004

Hace una semana llamaron a casa preguntando por Rosa. Al otro lado del teléfono había una voz masculina, ni muy grave ni muy aguda que, de forma educada, tras responderle que aquí no vivía ninguna Rosa, se disculpó por el malentendido.
Dos días después, a las siete y media de la tarde, volvió a sonar el teléfono y al descolgar, la misma voz que en un momento dado había preguntado por una Rosa, volvía a sonar en mis oídos de forma cálida. Le repetí al chico del otro lado del auricular, que se había vuelto a confundir y que el número de Rosa debía ser muy parecido al mío y que por lo tanto, al marcar los números lo hacía de forma incorrecta. No obstante, para que no volviera a titubear a la hora de llamar a su amiga y para que yo no tuviera que volver a repetir que aquí no se hospedaba ninguna mujer con nombre de flor, le di todas las cifras que componen mi número de teléfono.
Pasaron tres días sin que la voz, ni muy grave ni muy aguda, se paseara por el cable telefónico, por lo que deduje que el chico habría encontrado el teléfono de su compañera y que yo ya no tendría que ejercer de teléfonista. Pero cuál fue mi sorpresa que al cuarto día, a las siete y media, volvió a sonar y al descolgar le reconocí de inmediato. Esta vez le pregunté cómo se llamaba, me respondió que Alejandro y yo le dije que Lola; él me preguntó entonces, si de verdad yo no me llamaba Rosa, porque estaba seguro de que marcaba bien pero casualmente simpre oía mi voz. Un día se le ocurrió cambiar el último número de todas las cifras que correspondían al mío y fue el momento en que la verdadera Rosa, su Rosa, había contestado. Justo en ese preciso instante, en el que su hilo de voz traspasaba los cables, se dio cuenta de que en verdad no buscaba a esa persona sino que yo era la media voz que le faltaba. Por eso, cada dos o tres días, rondando las siete y media de la tarde, Alejandro llama para ver si Rosa sigue viviendo aquí, con la excusa de charlar un rato.

lunes, diciembre 13, 2004

Cuando entiendas que todo lo absurdo de este inmenso mundo es lo que compone mi normalidad, será el momento en el que comiences a conocerme. Suerte.

sábado, diciembre 11, 2004

Si piso con fuerza, rompo el suelo sobre el que tus pies se asientan. Si doy una vuelta para que me veas las bragas, parto tu corazón en mil pedazos. Si saco mis pechos por un escote poco recatado, hago desmallar tu desilusión por tocarlos. Si cierro tus párpados de un soplido, borro la imaginación de un sueño húmedo. Si vuelvo mi cuerpo y mi espalda queda huérfana de ropa, caes de golpe en el suelo roto, bajo unos pies que se suspenden en vilo.

miércoles, diciembre 08, 2004

Ayer esperaba en la calle a que el tiempo pasara. A mi lado se paró una mujer negra de unos 35 años que apoyó de manera brusca la cabeza contra la pared de granito. Giré hacia la derecha mis ojos y le sonreí de forma amable; ella me mostró, con un rostro cálido, sus blancos dientes rodeados de unos sonrosados labios. Llevaba colgada una maleta de deporte enormemente grande de su hombro derecho, que hacía que la cremallera casi estuviera a punto de cederse, a la cual yo no podía de dejar de mirar porque necesitaba saber qué era lo que guardaba dentro.
Ella observó que no retiraba mis pupilas de la mochila y entre titubeos me dijo que ahí guardaba toda su vida. Yo arqueé mi ceja izquierda (la única que sé arquear) y torcí un poco el morro dando a entender que no me lo podía creer.
La negra, dejó lentamente la maleta en el suelo y la abrió. Revolvió algunas de las cosas que llevaba dentro y por un instante me acordé de la maleta de Mary Popins. Observé que la mayoría de las cosas que allí guardaba eran tarros de cocina, fotos, una caja de música, dos o tres libros, un gran neceser y algo de ropa, pero tan poca que lo que a continuación se me ocurrió preguntar fue por qué con una maleta de aquellas dimensiones sólo había esas prendas.
Su cara ensombreció, su labio entreabierto se endureció por un istante y me respondió:
Soy prostituta, ropa es lo único que no me hace falta.
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias