domingo, mayo 30, 2004

18ª Parte

- Hola bonita ¿Qué tal?
- Bien, impuntual como siempre, ya lo siento.
- No pasa nada, yo tampoco he llegado a la hora.

Le di un beso en la frente, rozándo con mis labios su pelo liso de color negro oscuro y volví a oler aquel aroma a suavizante que desprendía su cabello. Ese olor me hacía recordar muchas cosas y me tentaba a ponerme melancólico, pero me controlé.

- ¿Qué es lo que te apetece tomar?
- Pues...(miraba la carta nerviosa de arriba a bajo sin saber qué elegir)
- Prueba la ensalada de queso, está muy buena.
- Ya...lo que pasa es que simpre termino tomando lo mismo.
- Ya, pero es que es tu plato preferido.
- Veo que te sigues acordando...
- Hay cosas que nunca se olvidan.

La cena fue muy agradable, salvo dos o tres comentarios bordes que rondaban por el aire, que tenían escrito mi nombre como destino y que intenté esquivar como pude. Cuando terminamos fuimos a dar una vuelta, parecía que la noche se presentaba larga y calurosa y no parábamos de hablar de la situación que vivíamos cada uno en estos momentos.
Nos mirábamos de vez en cuando, sonriendo o bajando los ojos al suelo cuando el comentario parecía salirse de la trayectoria adecuada...Hasta que llegó la pregunta estrella.

- Y que...(le dije con tono cariñoso) ¿sales con alguien?
- No. Jaime, el chico del bar de aquella noche, y yo... decidimos dejarlo por incompatibilidad de carácteres.
- Ya, suele pasar.
- A nosotros nos paso ¿no?
- Si...
- ¿Y tu, qué?
- Pues tampoco. He tenido "roces amorosos" pero todos sin importancia; vamos que no han ido a más.
- Ya...¿sabes?
- Dime
- Aún me sigo acordando de tu mano en mi tripa por las noches.
- Y yo de tus pies fríos rozando los míos.

Nos miramos a la vez. Pero ésta no fue una de esas miradas de amigos sino que había complicidad. Era uno de esos momentos en los que besarías a la otra persona sabiendo que ella también quiere que la beses, pero que no se espera que lo hagas. La tensión en esos casos se palpa en el ambiente. Te mira, la miras, te vuelve a mirar y la vuelves a mirar acercándote cada vez más a ella y ella a tí, pero milímetro a milímetro. Un segundo, dos, tres y los pies caminan lenta y pausadamente y sientes, aun estando distante de ella, que la tienes más cerca que nunca. Tu piel te avisa del nerviosismo que está acumulando y a tí apenas te importa notar cómo los pelos de tu brazo se erizan uno detrás de otro sin control. Y notas entonces su mano caliente en tu piel y la otra en tu cintura, mientras tu mano se posa en la suya para que así se rocen ambas narices.
Ella te susurra algo que no comprendes por el aturdimiento que llevas encima y meneas lentamente la cabeza señalado que apruebas todo lo que vaya a hacer. Entonces, acerca sus labios a los tuyos y dejas que su lengua entreabra despacio tu boca. Las dos lenguas se acarician y dan vueltas una alrededor de la otra sin parar y sin destino.
No descansan, tu mano asciende por su espalda, la de ella te roza la nuca y tú quieres desmayarte ahí mismo y no sabes cómo hacer para que tus rodillas no tiemblen ni se estremezcan como lo hacen...

- Aún sigo sintiendo nuestras sombras juntas en algún momento (le dije mientras la miraba)
- Ella sonrió y volvió a besarme

Continuará...

jueves, mayo 27, 2004

17ª Parte

-Hola Ana...soy Sergio.
-Ah! hola, ¿qué tal? ¡qué sorpresa oír tu voz!.
-Ya bueno, para mí también es una sorpresa, no me atrevía a marcar tu número.
-Bueno, ya lo has hecho, y...¿a qué viene tan grata sorpresa?
-Es que quería decirte que me voy a Barcelona y bueno, me gustaría quedar contigo para despedirme.
-¿Te vas a Barcelona?. ¿Y se puede saber a qué?
-Me ha salido un trabajillo y tengo ganas de salir de aquí. Me estoy agobiando de Madrid y bueno, aunque Barcelona también es muy caótica por lo menos tiene mar.
-Ya...pues podemos quedar cuando quieras, tengo todas las tardes libres.
-Mañana me viene perfecto, ¿A las nueve? Podemos ir a cenar si quieres a la Gloria de Montera, como en los viejos tiempos.
- Ah... la Gloria. Si, cuanto tiempo, me va a encantar volver a cenar allí. Quedamos en el Madrid Rock a las nueve.
- Muy bien, allí nos veremos. Un beso y hasta mañana.
- Un besazo.

La conversación no fue muy extensa pero a mí me pareció una eternidad, un minuto tras otro pudiendo oler su perfume tras el auricular y sintiendo como su voz rozaba mi garganta. Al colgar me volvieron a entrar ganas de llorar, escondí mi cara entre las manos, me avergonzaba sentirme de esa manera y no sabía por qué.

- ¿Qué te pasa? (Me dijo Marisa mirándome fijamente)
- Nada. Sólo estoy un poco despistado.
- Eso ya lo veo, pero ...¿por qué?
- Tengo miedo.
- Miedo de qué.
- No lo tengo claro, sé que tengo miedo y creo que es por dejar todo esto, pero... sobre todo creo que me afecta la idea de poder arrepentirme.
- No te vayas y no te arrepentirás.
- Que graciosa que eres.
- Lo sé, es mi especialidad.
- Se te da de maravilla.
- Gracias.
- De nada.

Y me guiñó un ojo. A veces la odio, pensé, pero al segundo se me quitó la idea de la cabeza cuando la vi crujirse las rodillas, pegar un pequeño salto para incorporarse y sacarme la lengua en forma de burla. Era un ecanto y me estaba volviendo loco, realmente no sabía si soportaría alejarme de ella, pero era lo mejor, era lo que debía hacer.

Estuve toda la noche dando vueltas, yendo de un lado para otro sin rumbo, sin poder organizar mis ideas y acabé en un banco de hierro verde, bajo una luz tenue de una farola vieja. Levanté la vista y me di cuenta en ese momento de dónde estaba.
Ella no se había movido ni un milímetro, estaba apoyada en la farola de enfrente, con una chaqueta y una faldda hasta las rodillas mirándome. Parecía reconcerme y sonrió. Su chulo estaba dos puertas más allá observando a otra prostituta que se encontraba en la acera de enfrente.
Me quedé aguantando su mirada y sonriendo mientras consumía lo que me quedaba de cigarro.
Me hubiese acercado a ella, tenía ganas de preguntarle qué tal estaba, pero no tenía el valor de hacerlo. Únicamente levanté la mano para saludarla, le hice una reverencia y me levanté.

Continuará...
16ª Parte

No sé cómo actuar. Me coges de la mano, me besas, pero todo tiene que ser normal delante de Javi. Yo no puedo seguir así y no puedo... porque te quiero. Porque estoy deseando que me llames o me escribas un mensaje en el móvil o quedes conmigo por cualquier motivo, aunque no exista ese motivo. Porque me olvido de todo y es el único momento en que puedo dejar la mente en blanco y no recordar que te echo de menos...

El espejo tenía que estar aburrido de mis monólogos y de mis caras compungidas. Estaba pensando en irme de la ciudad. Sé que era una solución cobarde; seguro que había más y mejores métodos para poder olvidar, pero yo no los tenía, no quería tenerlos porque suponía pasar por la misma situación que pasé con Ana y no podría aguantar de pie ni un segundo, con tanta presión en mi cuerpo.

- Marisa, creo que me voy a ir a Barcelona. He conseguido un trabajo de diseñador gráfico de una revista de moda y creo que me vendría bien un cambio de aires.
- Pero ¿qué dices? ¿a dónde te vas a ir?. Venga, no me vengas con tonterías que no estoy para bromas.
- No son tonterías, es que estoy un poco cansado de esta situación y lo he pensado bien. Yo te quiero, pero sé que tu quieres a Javi y yo tampoco quiero hacerle daño, bueno... más del que ya le haya podido hacer. Asi que me largo, todos tan amigos y ya está.

Y lo único que se le ocurre cuando le suelto toda la historia que llevaba planeando decirle durante varios días, es darme un beso casi de tornillo. Ésta vez no seguí besándola; mis labios se quedaron rígidos, quizás por el impacto y la sorpresa o por la confusión que tenía... el caso es que la aparté de mi lado suavemente. Ella se extrañó, me miró con la cara perpleja y los ojos abiertos como platos sin comprender nada.

- Es mejor así Marisa. Yo no puedo aguantar que te enrrolles conmigo cuando te venga en gana o cuando nos venga en gana y al día siguiente estés en la cama de otro. Yo sé que sabía dónde me metía, pero no puedo más, lo he intentado de verás, pero estoy celoso y te echo de menos y éste no es el camino correcto.
- Pero...
- Pero nada. Yo te quiero mucho y no puedo seguir así. Tampoco estoy por la labor de quitarle la novia a un amigo y creo que ya he jodido bastante la situación entre vosotros.
- Me voy contigo a Barcelona.
- No, tú no te vas a ningún sitio.
- No puedo dejar que te marches de mi lado. Te quiero y creo que si te fueras no podría pegar ojo una noche más.
- Venga... no me vengas con bromas que esto es serio, por lo menos para mí.
- No te vayas o me voy contigo. Dejo todo, de verdad. Eres mi príncipe de las tiniblas...

Me miraba con esos ojos negros esperando una respuesta locuaz que yo no alcanzaba a conseguir en ese momento. Le cogí la mano derecha y se la besé despacio. La puse en mi mejilla y el aroma de su piel volvió a penetrarme de nuevo, ya no me dejaría libre, custodiaría todos mis sueños y no podría dejar de sentir su sombra cerca de mi espalda.

Estuvimos un rato más hablando, tampoco mucho porque a ella le esperaba Javi para cenar y yo había quedado con Mónica, la modelo, para tomar algo. Nos despedimos con un beso en la mejilla.
Y mientras nos abrazábamos, sin querer soltarnos, por miedo a que uno de los dos desapareciera en ese momento, me susurró al oído:

No me dejes sola en la oscuridad.

Continuará...

martes, mayo 25, 2004

15ª Parte

Cuando quieras empezamos, le dije con un tono delicado(creo que por la congoja que llevaba en el cuerpo)al tiempo que le miraba de arriba a bajo sin comprender qué hacía yo allí...
Ella sonreía porque sabía que yo estaba nervioso y poco acostumbrado a este tipo de trabajos, no obstante, intenté guardar la compostura y estar a la altura de la situación. Ella, de espaldas a mí, con la piernas semiflexionadas y la cabeza hacia la izquierda, esperaba a que yo disparara la foto.

Entonces sonó el teléfono, era Marisa. Lo cogí rápidamente y con voz nerviosa contesté:
- ¿Si?
- Hola Sergio, he pensado que... podíamos ir al cine si quieres o a dar una vuelta... o a donde quieras.
- Bueno, yo es que ahora estoy haciendo un trabajillo y no sé cuándo voy a terminar.
- No importa, si quieres yo voy a donde estés.
- No bueno, si el caso es que...
- De verdad que no me importa.
- Ya bueno, pero ... es que no sé cuándo...
- Mira, dime dónde estás y yo cuando terminé de hacer unas compras voy para allá.
- Mmmm... Bien. ¿Conoces la calle Corredera Baja de San Pablo?
- Sí.
- Pues en el portal 22, 2º B.
- Ok, pues allí estaré dentro de una hora u hora y media.

Y colgó así, sin más. Yo con la modelo en pelotas y con Marisa pensando en venir dentro de nada. ¿Pero dónde me he metido?.
Seguí con el trabajo. Mónica, la modelo, era un encanto de chica, le encantaba Joaquin Sabina como a mí y adoraba el cine y leer... ¡Basta ya Sergio!, ¿Ya empezamos como siempre?, mira que te tengo dicho que no te conviene este camino...

Y a la hora y media en punto llaman al timbre. Era Marisa, puntual como siempre. Sube y comienza a hablarme de manera frenética, como cuando está muy contenta, al tiempo que entra al salón y ve a Mónica desnuda, bueno, con una sábana, y se queda quieta en medio.
¿Y esto qué es? Me pregunta en voz baja. Y yo, en voz igual de baja le digo... el trabajo.

La llevo fuera de la habitación para explicárselo y me dice:
- Hombre, me lo podías haber dicho y venía en otro momento.
- Si intenté explicártelo pero...
- Pero ¿qué?
- Pero que intenté hacerlo y me estuviste contando lo que ibas a hacer y no pude, porque te venías para acá ...Pero no te importará ¿no?.
- No, no claro, si yo entiendo lo de tu trabajo... pero... ¿no te sientes incómodo?
- No ¿por qué?
- Pues nada... que ella es muy guapa y claro...así sin ropa, quizás tu..
- Pero ¿qué pasa?, ¿estás celosa?...
- ¿Celosa yo?. Que va, si yo no soy para nada celosa, de verdad, si a mi me da igual lo que hagas.
- Bueno, pues entonces no pasa nada ¿no?. Y... ¿no te importa que acabe con esto?, no me cuesta nada y nos vamos.
- Eh, vale, sin problemas, yo espero sentada y miro, que parece interesante.
- Ok.

La sesión acabó en una hora y media. Yo miraba a la modelo y de vez en cuando miraba a Marisa que no quitaba ojo de encima a Mónica. Parecía entretenerse con la sesión fotográfica y cuando finalizamos se puso a hablar con la modelo, a la que estuvo preguntando acerca de su trabajo y su vida.
Luego nos fuimos al cine y mientras hablábamos, me cogió de la mano como si fuera lo más natural del mundo; yo sonreí mientras la miraba, ella también comenzó a enseñar sus pequeños dientes y sin mirarme a los ojos, por vergüenza, bajó sus ojos en dirección al suelo.

Continuará...

sábado, mayo 22, 2004

14ª Parte.

¿La llamo o no la llamo?. ¿Pero cómo la voy a llamar?, anda que si se pone Javi...¿Qué le digo? ¿Qué me quiero volver a acostar con su novia?. Sergio, será mejor que te tranquilices y que empieces a poner en marcha el plan B: Olvidarte de ella.
Pero no es tan fácil, aún sigo oliendo su oroma, se ha quedado impregnado en mi piel y por mucho que froto no sale de dentro de mí.
No paro de dar vueltas por la habitación. De la cabecera de la cama al armario, del armario a la cabecera, contando las baldosas a cada paso o mirando al techo y contando las pequeñas y finas grietas que amenazan con derrumbar el piso de arriba.

La voy a llamar.
- ¿Marisa?
- ¿Sergio?
- Oye... que quería decirte que...Joder, que difícil es de explicar.
- Jajajaja.
- No te rías... que sabes que me cuesta. Pues sólo quería decirte que... te echo de menos. Que me siento sólo si no duermo contigo y que aunque sé que no estoy en derecho de exigir nada, me gustaría sólo que lo supieras. Sé que quieres que no piense en esperarte siempre, que es una locura pero... es que te quiero.
- Sergio, ya lo sé... pero es que esto es muy complicado. La culpa ha sido mía, por haber hecho algo que sabía que no estaba bien. Yo quiero que sigamos siendo amigos, sé que es difícil pero... no hay otra solución.
- Lo sé, lo sé... y aunque me cuesta aceptarlo te prometo que lo voy a intentar.
- Gracias... Por todo.
- Te quiero.
- Un beso.

Creo que me he quedado peor de lo que estaba antes. Me acabo de dar cuenta de que lo que sentía era real y no una obsesión. Bueno, ya está, tengo que intentar ocupar mi tiempo como sea para olvidarme de ella, para no dejar correr mi mente cuando le venga en gana.

Fui a hablar con el profesor que me había impartido el taller de fotografía. Le pregunté si tenía algún trabajo en el que poder ayudar o echar una mano y me dijo que sí. Que había una clase de arte que necesitaba a un fotógrafo para realizar unos desnudos a una modelo, para que las alumnas posteriormente pudieran pintar y esculpir fijándose en las fotografías.

Acepté el encargo y aunque mi técnica seguía siendo un poco deficiente, me creía con las capacidades suficientes de poder solventar la situación. Así que quedé con mi exprofesor para conocer a la modelo en una cafetería a las once de la mañana porque desde ese mismo día teníamos que empezar la sesión.
Una chica de estatura media, cerca del 1'65, con una melena rizada de color castaño oscuro; delgada pero con las curvas bien formadas, vestida con unos vaqueros y una camiseta roja de licra, se acercó a nosotros.
Miguel se levantó en el acto para saludarla, yo tardé en reaccionar unos minutos. Después de las presentaciones nos sentamos a charlar y a hablar sobre el proyecto.

Continuará...

miércoles, mayo 19, 2004

13ª Parte

Joder...aún no ha llegado y yo aquí esperando, dando vueltas por la cama como un desesperado y va y me dice que se queda en casa de Laura a dormir. ¿Y NO SE PODÍA QUEDAR OTRO DÍA? con lo cansado que había llegado yo, sólo quería tumbarme con la cabeza en sus piernas y que me acariciase el pelo.

- Hola cariño...(dijo mientras se introducía lentamente por las sábanas)¿Qué tal has dormido?.
- Pues bien, pero te he echado en falta. (Y mientras la cogía de la cintura la apreté contra mi suavemente).
- Javi... es que ahora estoy un poco cansada, yo es que...

La bese, daba igual lo que me dijera, necesitaba tenerla a mi lado, necesitaba...
- Cariño, de verdad que no me apetece ahora, si es que hemos estado hablando hasta las tantas y estoy cansadísima.
- Pero cariño si es que sólo es un poquito... venga...

Pero que pesado se pone. Es que no me apetece, ya se que lo he hecho mal, que no me tenía que haber acostado con Sergio, pero con lo guapo que estaba, con lo cariñoso que es... Pero qué pasa ¿qué estoy enamorada?, no, no , no, no puede ser, esto no puede ser y yo lo sé...¿Pero qué hago?.

Pero ¿qué le pasa a Marisa?, está en las nubes, yo creo que piensa en algo que no me quiere decir, pero ¿qué será?. Si es que yo sé que Laura no para de meterle pájaros en la cabeza y siempre viene soñando acerca de esto y de lo otro...La verdad es que lleva un tiempo bastante rara y yo no se si sigue sintiendo lo mismo por mí. ¿Quizás se guste de otro? y ¿Quién será?. Yo sé que le molaba antes que a mí un tal Diego, pero claro, resultó que era homosexual y luego, también me dijo que le parecía guapo Raúl, aunque ése hace tiempo que desapareció de Madrid... y luego también me preguntó varias veces qué tal estaba Sergio con Ana, cuando sabía de sobra que lo llevaban mal y yo se lo había repetido ni se sabe cuántas veces. Pero bueno,que Sergio se ha ido ya hace tiempo de casa y no hemos vuelto a saber nada de él.

- Cariño ¿Quieres qué te prepare el desayuno?

Que raro... si nunca me ha preparado el desayuno, siempre soy yo... además a ella le gusta que yo le haga el café con leche porque le encanta despertarse con el olor. En fin... creo que me estoy comiendo demasiado la cabeza y no merece la pena, además, yo confío plenamente en ella y sé que nunca me engañaría con nadie.

Continuará...

lunes, mayo 17, 2004

12ª Parte

Fuimos al piso de Dani, que ahora también era mi piso y allí en mi cuarto, yo delante de ellá y con sus brazos por mi cintura, comenzó a susurrarme cosas al oído.
Me dí la vuelta y le cogí por la barbilla con la mano derecha, la miré a los labios y la besé; pasé mi lengua por su labio superior y entreabriéndolos acaricié la suya que tímidamente daba vueltas alrededor de la mía.
Posé mis manos en su cintura estrecha y apretándola contra mi cuerpo noté sus brazos alrededor de mi nuca. Le levanté la camiseta de algodón azul oscura y rocé su suave espalda con las palmas de mis manos y no quedó ningún pelo de mi piel sin levantarse.
Comenzó a besarme el cuello con suavidad y yo me estremecía, las piernas empezaban a flaquearme y las manos me temblaban. Ella lo notó y me besó un poco más fuerte y deslizó también sus manos por debajo de mi camisa blanca de lino. Me la quitó y yo se la quité a ella; la miré, estaba tan preciosa que comencé a besarla por todos los lados... por el cuello bajando hasta la tripa, alrededor de su ombligo, por las curvas de su cintura... le quité el sujetador y acaricié sus pechos y ella se estremecía y yo comencé a quitarle el cinturón y a bajarle los pantalones.
La tumbé en la cama y seguimos besándonos, me quité los pantalones y noté como ella se ruborizaba.
Le pregunté si estaba bien, me dijo que sí y volvió a besarme. Se puso encima mía y me quitó el calzoncillo, ella se quitó la braga y quedó tumbada a mi lado, en la parte izquierda. Me puse de canto y le roce la mejilla, le besé en el párpado y luego en la nariz, finalmente en la boca ...
Hicimos el amor de manera tan dulce que cuando la miraba mientras dormía todavía me sentía dentro de ella. No podía dejar de rozar mi brazo con el suyo y necesitaba notar el calor que desprendía, oler el aroma que emergía de su cuello aún empapado de sudor...

Cuando por la mañana abrió los ojos lentamente y me encontró observándola, sonrió tímidamente. Me dio un beso en los labios tan fugaz como el de la tarde pasada y se arrebujó entre las sábanas. Yo le acaricié todo el cuerpo de nuevo, no podía creer que la tuviera a mi lado y tampoco era consciente de lo que habíamos hecho... Joder, la novia de mi mejor amigo y yo aquí acostándome con ella y lo peor de todo, enamorado.
¡Pero qué cojones he hecho!, no podía pensar en eso ahora, no me sentía con fuerzas y cuando Marisa comenzó a besarme en el cuello otra vez... volví a olvidar mi nombre de nuevo.

Continuará...

viernes, mayo 14, 2004

11ª Parte

Con ella agarrada del brazo, con mi corazón a punto de salirse del cuerpo y con la canción de "El Estadio Azteca" sonando en mi cabeza, nos fuimos a pasear por Madrid.
Sabía lo que iba a pasar, ella no paraba de hablar y hablar de sus gustos y de su vida...y yo... pensaba en todo lo que pasaba, en que ella parecía estar divinamente y en que yo estaría divinamente besándola y agarrándola entre mis brazos. Entonces se lo dije:
-¿Sabes qué?
- Qué.
- Que no paro de pensar en tí, que cada día que pasa tengo una mayor necesidad de despertarme a tu lado, de poder tocarte suavemente los párpados, de enredar mis dedos con los tuyos, de frotar mis pies con tus pequeños pies... y no puedo quitarte de mi cabeza, no quiero. Se que está Javi en medio, que no podemos hacer nada, pero es que yo necesitaba decírtelo, así, de golpe y porrazo porque si no no me iba a atrever. Ya sé que tu estarás pensando que esto es una locura, que cómo me puedes gustar si apensas te conozco, que acabo de dejar a mi novia... Mira, yo no se qué es lo que me pasa, pero además de que no puedo dejar de hablar en estos momentos por un problema puramente nervioso, necesito que me cojas del brazo como hasta ahora, para toda la vida.

Ella no decía nada, con los ojos abiertos como platos y las cejas tan altas que parecían querer juntarse con el principio del pelo, únicamente me miraba. Yo no pensaba en nada, tenía un rebujo de ideas juntas y revueltas yendo de un lado a otro sin para y sin frenos que hacían que no pudiera ordenar ninguno de mis sentmientos.

Entonces, sin que nadie lo esperara, por lo menos yo, se puso de puntillas y me besó fugazmente. Fue como un roce intenso de labios pero tan breve y me pilló así, de sorpresa, que casi pareció una aluciación en vez de ser verdad. Sin más ni más, me volvió a coger del brazo y continuó hablando; yo ahora tenía la mente completamente en blanco, ninguna idea se deslizaba por ella, ni tan siquiera tímidamente. Nada de nada. La miraba de reojo mientras me contaba su siguiente proyecto de fotografía y comencé a sonreír. Me miró de reojo y también comenzó a dejar entrever sus dientes por la comisura de sus labios.

Y así, agarrados, sabiendo lo que cada uno pensaba en ese momento y sin darle mayor importancia, yo me había deshaogado y ella se sentía libre, seguimos paseando hasta la madrugada.

-¿Sabes qué? (Dijo ella)
- Qué.
- Eres mi príncipe de las tinieblas.

Continuará...

miércoles, mayo 12, 2004

10ª Parte

No me preguntaron con quién había quedado, les daba igual, no se metían en la vida del de al lado y eso era genial. No tenías que dar explicaciones a nadie, ni por qué salías, ni por qué entrabas, pero al tiempo sabían qué era lo que te preocupaba sólo con mirarte a los ojos. Como Ana.

Mientras caminaba por la Gran Vía, una voz en mi interior me decía: ¿Pero qué estas haciendo? MMMMM... ¿Y a tí que te importa? le decía yo. Claro que me importa, joder, soy tu conciencia. Bueno, yo no te he invitado a que me hables, las conciencias siempre pensais que teneis la razón y no es verdad. Bueno, bueno, yo solo te digo que... Me da igual lo que me digas ¿me oyes?...

Debí empezar a hablarme sólo y una mujer se quedó mirándome, yo le sonreí y ella me devolvió la sonrisa; parecía que me entendía, que comprendía mi confusión, mi lío mental... Se me acercó y me dijo con un hilo de voz:

- No les hagas caso, las conciencias se creen muy listas, pero no tienen ni idea de la vida.

Le volví a sonreir, me guiñó un ojo y yo seguí en dirección Plaza de España. Crucé el parque y allí estaba, sólo me separaba de ella una carretera llena de coches frenéticos que ya amenazaban con sus incipientes luces de neón. El corazón me latía frenéticamente y las piernas me volvían a flaquear... hacía tiempo que no sentía esa sensación, la última vez fue por miedo y quizás por inseguridad. Esta vez era distinto y como comenzaba a notar los síntomas que se avecinaban, intenté tararear una canción para mis adentros por si conseguía librarme del pensamiento por una vez.

Crucé la carretera, subí las escaleras y despacio me fui acercando a la fuente que está en el templo de Debod, miré a un lado y a otro y no vi a nadie. ¿Dónde estaba? ¡Pero si me dijo que iba a estar haciendo fotos! Quizá se haya arrepentido y no ha querido venir por miedo a lo que fuera a pasar. Y yo como un imbécil, agarrado en la barandilla de metal, viendo el atardecer rojizo y azulado que dividía a las nubes para dejar paso a la noche.

Tuve ganas de llorar, me sentía mal conmigo mismo, no sabía por qué. Últimamente no dejaba de tener esa sensación agobiante... ¿pero qué coño me pasa?.

- Hola. Eo...¿Hola?¡Hola!.

¿Pero a quién llamaban? Me volví lentamente, pensando que era algún gracioso de esos que cuando te vuelves te sueltan la primera parida de turno. Pero estaba confundido una vez más, estaba allí, con la cámara colgada en el cuello y con una sonrisa de oreja a oreja.

- Eh... Hola, pensaba que no ibas a venir.
- Pues estabas equivocado.
- Si... me estoy haciendo especialista en equivocaciones.

Comenzó a reírse. Yo también, no sabía muy bien cuál era la razón, quizás el nerviosismo, el no saber qué hacer, el comenzar a sentir algo por Marisa, el tener una mezcla de dudas y seguridades que me ponían en el borde de un acantilado donde no veía el fondo...

Me cogió del brazo y me preguntó dónde quería ir. Fuimos a pasear, en Madrid el turismo por la noche parece tener un éxito increíble, por lo menos las fotografías son más sugerentes.

Continuará...

lunes, mayo 10, 2004

9ª Parte

Era de noche y oí que se abría la habitación de al lado. Unos pasos débiles se acercaron al salón y como vi que se había encendido la luz, me di la vuelta de nuevo pensando que era mi amigo o su novia que no podían dormirse. A mi me costó conciliar el sueño de nuevo, sobre todo porque no dejaba de pensar en Marisa sabiendo que no debía hacerlo, pero aunque la intención de seguir imaginándome su silueta era muy grande, se desvaneció al poco tiempo porque el sueño venció a la voluntad.
Por la mañana me levanté temprano, alrededor de las nueve y cuando fui a abrir la puerta de la habitación vi que había un sobre en el suelo. No había nada escrito en el exterior, así que lo abrí lentamente y saqué el papel que tenía dentro. Con los ojos todavía legañosos y después de frotármelos varias veces comencé a leer:

Hola, no podía dormir y me he puesto a escribirte estas líneas que quizá no tendría que haber escrito nunca, o mejor dicho, no debía haber escrito nunca. No obstante sólo quería decirte que tengo muchas ganas de hablar contigo y visto que aquí no puede ser, no tengo ganas de que Javi se entere o empiece a deducir cosas que no son, me gustaría que quedásemos en algún sitio. He pensado que si te parece podemos quedar en el Templo de Debod, me llevaré la cámara y te enseñaré a darle vida a los atardeceres. No te sientas en la obligación de venir, yo estaré allí sobre las ocho.
Besos, Marisa.

Oh... dios... mío.... pensé. ¿Pero qué está pasando? Esto no puede ir más allá, yo no puedo enamorarme de la novia de mi amigo... no debo. Creo que lo mejor será que haga mi macuto y me largue de aquí cuanto antes; de hecho lo voy a hacer ahora mismo.
Comencé a sacar las cosas del armario con el mayor sigilo posible y veinte minutos más tarde ya estaba frente al tazón de café con leche y con Javi sentado delante mía. Me preguntó que por qué me iba y le respondí que porque me parecía mal seguir allí, abusando de su intimidad...además de que Dani se había puesto muy pesado con que fuera con ellos al piso.
Mi amigo tampoco insistió demasiado, sabía que yo era de esos a los que no les gusta que les presionen, así que me cogió del brazo y me dijo que para cualquier cosa, el seguí allí. Yo le sonreí y él sabía que eso nos bastaba para entendernos.

Cuando llegué a casa de Dani, sus amigos me recibieron con los brazos abiertos y con ganas de juerga. Yo no estaba muy católico pero no podía rechazar su invitación, así que nos fuimos a comer por ahí y a pasarlo bien. Cuando ya no sabíamos qué hacer, hartos de dar vueltas y más vueltas sin rumbo fijo, me volví a acordar de la nota de Marisa. No quería pensar más en ella y tampoco quería darle mayor importancia, no obstante a las siete y media, mientras íbamos por la Gran Vía, les dije a mis colegas que me tenía que ir, que había quedado.

Continuará...

domingo, mayo 09, 2004

8ª Parte

Te dio por fotografiar la figura de Marylin Monroe a contra luz para retratar su silueta, esas faldas volando y esas piernas semiflexionadas que parecían querer evitar que el aire se colara por el interior de su cuerpo.
Cuando estabas en medio del proceso, colocando la figurita y poniéndote en el lugar preciso para apretar el botón y que se disparara la foto, ajustando el trípode para que tuviera la posición adecuada y subiéndote algo los pantalones desmontables para agacharte con más facilidad, apareció la novia de tu amigo y se quedó apoyada en el marco de la puerta.
El sol que hasta ahora enfocaba a la belleza del cine, dirigió entonces su mirada hacia Marisa, dibujando su figura con una fina luz amarilla que hacía que sus curvas se marcaran lentamente. Yo la observé de reojo mientras intentaba seguir atento a mi trabajo, en la misma pose, con el culo un poco para fuera y las piernas en tensión... hasta que ella, se acercó sigilosamente para preguntarme qué hacía. Lo dijo susurrándome al oído y su aliento cálido hizo que se me erizaran todos lo pelos de la piel, no quedó ni uno impasible frente a la brisa que se había introducido por mi oreja.
Yo, también en voz baja y girando lentamente mi cabeza hacia la suya que había quedado a la altura de la cámara, le respondí que fotografiando a Marylin Monroe. Se comenzó a reír como si fuera una niña pequeña, allí agachada, con una camiseta que le servía de camisón y unos pantalones piratas, no dejaba que su boca se cerrara sino que con los labios completamente abiertos y los ojos cerrados, soltaba unas carcajadas tan grandes que parecía que hacía tiempo que no disfrutaba de ese placer.
Yo, perplejo, mirándola, no pude más que decir...
- ¿Te parece una tontería?
- No, me encanta.
- Ah...¿si?
- Sí
- Entonces...¿De qué te ríes?
- No sé, me parece genial que fotografíes eso, no se me había ocurrido nunca y mira que llevo tiempo con ese arte.
- ¿A ti también te gusta?
- Me encanta. Sobre todo fotografiar atardeceres.
- Si, son preciosos.
- Sí.

Me quedé mirándola, la luz anaranjada de la puesta de sol acariciaba su cara y estaba preciosa. Ahí en el sillón acurrucada y con la barbilla entre las rodillas... daban ganas de comérsela entera, de besarla, de acariciar sus mejillas... Pero no. No podía, no debía pensar en eso. Era la novia de mi amigo y yo no tenía el derecho de pensar así en ella, de querer poseerla... si no tranquilizaba las cosas no irían bien.
Ella también me miraba, parecía leer mi mente, como lo hacía Ana; hacía que yo notara como las palabras salían por mis ojos y ella conociera en cada segundo qué era lo que pensaba. Retiré la mirada temeroso y quizás también un poco avergonzado; ella, que se había percatado de la situación, se levantó lentamente, le crujieron las rodillas y dándome un beso en la mejilla desapareció por la puerta...

Continuará...

miércoles, mayo 05, 2004

7ª Parte

No dormí nada, daba vueltas a un lado y al otro y ya no estaba su brazo rozando el mío, tampoco su pelo enredado en mi cara... No entendía nada ¿Acaso estaba celoso?. Sí, lo estaba, me jodía que se besara con otro, que le tocara, que le diera con su boca los secretos más profundos... y alguno que los dos compartimos en alguna ocasión. Me molestaba que él se quedara con parte de ella, con parte de nosotros cuando fuimos uno sólo, cuando nuestros cuerpos desconocidos en la noche aún sudaban y se echaban de menos por ser ya, dos diferentes.

No podía evitarlo y además mi compañero y su novia estaban haciendo el amor en la habitación de al lado, lo que no ayudaba de ninguna manera. Me comencé a agobiar; sentía una punzada en el pecho y me costaba respirar por el nerviosismo; cogí un cigarrillo y sentado en el borde de la cama, mirando las rendijas de luz de luna que se colaban por la persiana, empecé a llorar. No podía parar, no quería, necesitaba sacar todo lo que tenía dentro, necesitaba gritar, dar portazos, subirme por las paredes, desaparecer...

Me puse unos pantalones, una camiseta y un jersey y cogí la cámara de fotos. Parecía que la calle era mi auténtica casa, mi refugio abierto por las cuatro paredes inexistentes, mi tunel de los sueños... Con la cámara en ristre, saqué fotos a diestro y sieniestro, a los vagabundos, a las parejas que se escondían bajo las farolas, a los taxis que llevaban de un lado a otro a personas desconocidas, a los carteles de metro...
No podía parar, necesitaba retratar todo lo que me rodeaba, darle vida y crear un mundo propio donde me pudiese olvidar de mí mismo y ser otra persona, diferente.

Cuando hubieron pasado un par de horas, rendido por el cansancio de ir de un lado para otro, de viajar en los túneles subterráneos de Madrid, me volví a casa donde el silencio rodeaba a todos los cuerpos que como fantasmas habitaban en aquel cubículo. Me tumbe encima de la cama con ropa, no tenía fuerzas ni ganas para quitármela y dejé que mi mente diera rienda suelta a los sueños...

Cuando me desperté, ellos ya estaban desayunando, mi amigo en calzoncillos y ella con una enorme camiseta que le servía de camisón. Ésta dejaba que se le transparentaran un poco los pechos. Se los miré, los tenía bonitos, no parecían muy grandes pero estaban bien. Y antes de que mi mente comenzara a fabular con ellos (no era el momento ni el lugar) me dí cuenta de que llevaba un rato mirándolos. Percatándome de ello retiré la vista avergonzado. Marisa no se dio cuenta o eso creía yo, hasta que al terminar yo con mi tazón de café con leche, y quedándo sólos en la cocina, me soltó:

- La próxima vez te cobraré ¿eh?
- Eh... ¿Cómo?
- Pues eso, que si quieres seguir mirándolos yo te dejo pero pagando.

Y se echó a reir. Yo no pude más que hacer lo mismo y cuando su novio entró para despedirse, entraba a trabajar a las nueve, nos preguntó de qué nos reíamos. Ninguno dijo nada, sólo nos miramos con complicidad.

Continuará...
6ª Parte

Me froté los ojos una, dos, tres veces... y seguía ahí. Delante de aquella pareja acaramelada y sin comprender nada; Ana tenía una cara de descomposición que apenas dejaba que la reconociera y yo como de costumbre... no sabía qué hacer, si largarme o quedarme quieto.
Decidí quedarme, no porque me apeteciera, sino porque mis piernas no reaccionaban, es más, me temblaban como locas y ya no sabía si era una ilusión o realmente era una reacción física.
No entendía nada. La miraba, le miraba a él, ellos me miraban y yo sin reaccionar. Entonces Ana, como siempre, comenzó a tomar las riendas de la conversación:

- Hola...(dijo con voz apagada, que apenas pude percibir) ¿Qué tal todo?
- Bien
- Y... ¿Qué haces aquí?
- Pues lo mismo que tú.. bueno no... yo no me estoy enrrollando con nadie y menos con un cachas... pero salvando las diferencias, creo que lo mismo, divertirme.
- Sergio... no te lo tomes así. Tu me dejaste, te largaste sin decir nada y yo... me quedé muy mal. No recibí ninguna noticia de tu parte y como comprenderás no iba a esatar esperando a que volvieras.
- NO, eso ya lo veo, de todas formas no me sienta mal, solo me sorprende. No se... no te pega ese tío, claro que tampoco yo te pegaba y..
-¿Qué coño dices? ¿Por qué no me pega ese tío? ¿Acaso lo conoces de algo?
- No, no ... que yo no quería ofenderte, yo solo te daba mi opinión...
- Pero es que yo no te la he pedido. La necesité cuando te marchaste, no ahora.
- Ya se que no lo hice bien, pero estaba asustado y lo único que se me ocurrió fue huir, como tantas otras veces, ya me conoces...
- Si, te conozco demasiado y si nos disculpas ahora ya nos íbamos.
- Claro, claro, bueno... pues ya nos veremos...
- Si, ya nos veremos.

Y ahí se quedó todo, la tensión se palpaba en el ambiente y era muy incómodo estar mirándola a la cara y no saber qué hacer cuando antes averiguaba qué pensaba en cada momento, sólo con mirala a los ojos. Ahora era todo diferente, ya no me atrevía a mirar en su interior, me daba miedo y ella lo sabía.
Quería haberla abrazado, decirle que me arrepentía de haberla dejado dormida y sin nadie a su lado para que al despertar la besara y rozara sus pies, pero ya no había vuelta atrás, ya no había solución. Todo había terminado.

Los amigos de Dani me sacaron del trance en el que estaba sumido y nos fuimos al último bar de aquella noche. Un lugar tranquilo, con poca gente donde podíamos hablar sin dificultades. Pude contarle a mi amigo la historia, deshagoarme sin pudor a que él me juzgara, porque sabía que lo hacía desde el corazón y eso hizo que me sintiera apoyado y arropado, algo que hacía mucho tiempo que había olvidado.

Cuando llegué a casa estaba mi amigo con su novia y me sentí un poco incómodo, extraño y después de hablar sobre el finde que habían pasado juntos, que duró poco más de un cuarto de hora, me metí en la cama, donde los sueños dulces de estos últimos días... se vistieron de pesadilla.

No había averiguado hasta esa noche que volvía a echarla de menos, que me faltaba su humor irónico, su ruido cuando se revolvía entre las sábanas, su olor a mandarina y su lengua nerviosa en mi boca. Se me había olvidado y no quería volver a recordarlo porque suponía mirar hacia atrás y me costaba hacerlo, me costaba pisar sobre lo andado, recorrer lo recorrido... me daba miedo. No debía tenerlo, ni arrepentirme de mi elección, pero justo en ese momento me sentía más cruel y despiadado que nunca, culpable por las decisiones que había tomado casi sin meditar... sólo acompañado del impulso de un corazón en duda.

Continuará...

sábado, mayo 01, 2004

5ª Parte
Siguieron sus pisadas clavadas en mi mente un rato del que ya no recuerdo los minutos, y que se hizo agradable porque hacían que me acordara de su mirada, de su olor, se su sexo... Pero aunque al rato un fugaz pensamiento me devolviera a la realidad, yo aún quería cogerla de su fina muñeca y acercarla contra mí.
Tengo que dejar de no saber qué es lo que debo hacer, tengo que volver a retomar el rumbo de mi vida y por lo menos saber lo que quiero, aunque sólo sea para no sentirme tan culpable de tener la soledad tan cerca. Demasiado cerca.
Decidí apuntarme, por las buenas, a un curso de fotografía. Me pareció una buena idea, yo no tenía ni idea de fotografía pero me gustaba, así que pensé que eso serviría de algo; me equivoqué. Los primeros días fueron sobretodo clases teóricas que sirvieron de bastante poco en la práctica, aunque mucho para tener algo de cultura general y poder saber algunas de las infernales preguntas del trivial. Allí conocí a Daniel y a su poesía; él era un vagabundo solitario, era su carta de presentación y yo... una hoja de papel donde escribir, así que aunque el conjunto parecía más una rara mezcolanza que un masa bien compacta, nos llevábamos muy bien y me divertía ir con él.
Me obsesiné con fotografiar a las prostitutas de la Gran Vía y de la Corredera Baja de San Pablo y aunque intentaba que sus retratos se parecieran a los que Joam Colom había hecho alrededor de los 60...sólo se parecían en el blanco y negro del carrete de fotos. Era un patoso, no sabía coger los ángulos adecuados, ni las formas que las siluetas de las esquinas, aunque no tuvieran bolso, formaban. Y eso era lo interesante, poder alcanzar sus curvas, sus diminutos pies, sus tacones de aguja y sus camisetas atrevidas que invitaban a pasar dentro de los cuerpos endiablados del deseo.
Pero Dani me enseñó a tratar a la cámara, a rozarla suavemente con el dedo y a mimarla para que hiciera caso de mis explicaciones; me dijo que era como la poesía, que había que saber en cada momento darle lo que te pedía y susurrarle a las palabras lo que querían oír.
Yo quedé prendado de sus frases, de su inteligencia y éramos inseparables; a él le fascinaba mi espontaneidad y se divertía con mis bromas cínicas acerca de la vida; yo... solamente le escuchaba. Me dijo que algún día teníamos que salir de marcha; yo acepté encantado y sin pensarlo dos veces, ese fin de semana que se avecinaba me invitó a ir a su casa a cenar con unos amigos. Ellos eran igual que él, se reían de todo y no les importaba lo que la gente pensara de ellos, no la juzgaban y cuando me vieron entrar, siendo yo completamente diferente en apariencia, lo primero que hicieron fue invitarme a un canuto.
Una nube de humo escondía la cocina y no dejaba apenas ver, salvo a los ojos rojos e inchados que todos llevábamos de no parar de fumar. Al rato y ya aburridos de estar tirados por la casa sin hacer nada, nos fuimos a la calle a que nos diera un poco el aire y a uno de los amigos de Dani se le ocurrió ir a un caraoque. Yo ya pensaba que íbamos a montar el numerito del siglo y...así fue, porque aunque al principio parecíamos estar algo cortados, después de unas cuantas copas, Javi, íntimo de mi amigo, se subió al escenario para cantar la adaptación que hizo Marilyn Monroe de Happy Birthay para uno de los Kennedy y eso fue... casi bochornoso, aunque las risas y el dolor de tripa vencían a la vergüenza. Poco a poco todos acabamos en el escenario a grito pelado y sin caraoque, porque los del bar no estaban por la labor de que el aparato no dejase de pitar y de que pisáramos el cable y jodieramos el invento, así que importándonos una mierda todo, allí que nos agarramos y dale que te pego estuvimos con la canción, una y otra vez, hasta que paramos de puro agotamiento.
Al salir, un frió viento hizo que corriendo nos metiéramos en otro bar lleno de gente pero con un ambiente y una música muy buena. Yo no paraba de mearme desde que había salido de casa, así que hice una escapada al baño. Allí una pareja que no paraba de besuquearse no me dejaba entrar y yo haciendo una mala ostia...hasta que se me ocurrió darle un toque en la espalda al tio de cuatro por cuatro que tenía delante para que se dieran por aludidos. Se volvió lentamente y con él su acompañante y... entre que yo iba un poco perjudicado por el alcohol y el humo del local...la cara que se me quedó al ver la situación debió ser espantosa, así que no se me ocurrió otra cosa que decir:
-¿Ana?
-¿Sergio?
Continuará...
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias