jueves, abril 29, 2004

4ª Parte
A dónde íbamos a ir, estaba claro, al piso de mi amigo porque ya no se llevaba eso del aquí te pillo aquí te mato en medio de la calle; eso sonaba a película americana como Instinto Básico, pero aquí con bragas de por medio.
Me dijo que se llamaba Priscila, que ese era el nombre que utilizaba con sus clientes y que el verdadero no quería desvelarlo porque era lo único que le quedaba de ella misma, aunque cada vez más rápido, las letras iban desapareciendo y ella intentaba hacer todo lo posible porque no se desvanecieran y se ocultaran en el viento.
Llegamos a mi piso y yo no podía estar más tenso y nervioso, así que confiando en que ella llevara la situación, simplemente intenté pensar en otra cosa que no fuera en la locura que estaba comentiendo. Priscila parecía dominar el tema, estaba clarísimo, y mientras daba pasos lentos por el pasillo, yo la seguía como si se tratara de una "femme fatale" y yo de un psicópata pervertido que lo único que quería era robarle unas bragas y guardámelas debajo de la chaqueta.
Mientras dejaba que se deslizara con lentitud el abrigo y que callera al suelo, no podía quitar los ojos de sus preciosos hombros mientras mi boca también se deslizaba, quedando entreabierta y acompañada de unos ojos que parecían agarrados con pinzas para que no pudieran caerse los párpados y cegar mi vista.
Cuando entramos a la habitación y se dio la vuelta para comenzar a desnudarme, yo le dije que se sentara, que prefería hacerlo yo... No sé como dije eso, pero qué gilipollez, si estaba deseando que deslizara sus manos lentamente por mi cuerpo... Luego pensé que debían ser cosas de la inexperiencia.
Ella, acostumbrada a todo, o eso pensaba yo, se sentó en el borde de la esquina mientras yo me quitaba la ropa de forma torpe y nerviosa, lo que hacía que de cuando en cuando ella esbozara una sonrisa que me fascinaba.
Hicimos el amor de forma tranquila, ella encima y yo debajo y sin tener que hacer ningún tipo de esfuerzo alcancé uno de los orgasmos más largos que había tenido; se notó en mi cara, porque la felicidad que en ese momento tenía en el cuerpo era complicada de ocultar y más a ella que era una profesional. Así que mientras se deslizaba al lado izquierdo de la cama y dejaba su brazo pegado al mío, pude observar su piel blanca que parecía un rayo de luz de luna que atravesaba tímidamente la habitación. Yo no sabía si hablar en ese momento o quedame en silencio, como hasta ahora, así que... no se me ocurrió otra cosa que ofrecerle el cigarrillo de rigor y como yo ya me había convertido en un experto en esto de las drogas de humo, saqué el paquete e hice un gesto para que cogiera uno. Ella lo rehusó y dijo que hacía tiempo que lo había dejado; yo le respondí que me acababa de enganchar y volvió a reirse.
Le pregunté por su vida y Priscila, que parecía no querer alargarse más de la cuenta, me dijo que era Eslovaca y que había venido a Madrid como la mayoría de los inmigrantes, buscando la tierra prometida. Aquí tenía un contacto y fue a través de éste como se metió en la prostitución; no tenía dinero suficiente para pagarse un sitio donde vivir y necesitaba el dinero en metálico.
Entonces yo le pregunte lo que a todos se nos ocurre en ese momento y que nunca preguntamos porque creemos que la respuesta no va a ser de nuestra incunvencia:
- ¿Y por qué prostituta?
A lo que ella respondió:
- ¿Y por qué no?
Me pareció algo tan sincero y contundente que decidí no preguntar nada más acerca de su vida, pero ella sí que preguntó por la mía. Yo, como no quería aburrirla con mis problemas sentimentales, le hice un breve resumen de lo que había sucedido y de por qué estaba en esos momentos tumbado a su lado.
La conversación acabó ahí, ni una palabra más, sólo miradas que increpaban qué era lo que iba a venir a continuación. Ella comenzó a vestirse y yo me puse únicamente los pantalones. La acompañé a la puerta, el lugar de nuestra despedida y se me antojó volver a oler su cuello que desprendía un olor que se parecía a una mezcla de miel y vainilla muy agradable.
Luego la miré a los ojos, ella dio una vuelta sobre sus tacones y quedó de espaldas a mí, igual que había quedado su chulo unas horas antes. Mientras metía el dinero en su bolso, los dos sabíamos que no nos volveríamos a ver.
Cerré lentamente la puerta y posando mi mejilla en ella, pude oír cómo se alejaban sus pisadas por el pasillo.
Continuará...

miércoles, abril 28, 2004

3ª Parte
Volví a casa ya de madrugada y el cansancio hizo que me quedase dormido sin darme cuenta encima del lío de sábanas que había dejado la noche anterior. Mi compañero me avisó de que él y su novia se iban a largar un par de días fuera, a la sierra, y que me podía quedar todo el tiempo que me diese la gana, así que sin escatimar la propuesta... me quedé.
Desperté cerca del medio día y sin apetito ni ganas por hacer nada en especial. Pensé que lo mejor sería arreglarme y quizás llamar a Ana, mi excompañera, para explicarle mi huída, pero el problema es que yo quería huir y no decírselo...
No me atreví a marcar su número,nuestro número..., ni tan siquiera el primer dígito. Me temblaban las manos y realmente tampoco quería darle explicaciones acerca de mi desaparición fugaz. El caso es que cuando me quise dar cuenta de lo que debía o no hacer, ya eran casi las nueve y las tripas comenzaron a rugirme pidiendo algo de comida. En el frigo había poca cosa, así que fui al bar de abajo a tomar algo y después de que un borracho con el olor a alcohol impregnado hasta en la lengua, la cual carecería seguro de papilas gustativas, me contase su vida y milagros, me fui a dar una vuelta.
No quería llamar a ningún otro amigo, estaba raro, no sabía que sentía. Pensaba que el haberme ido de su casa me aliviaría, me quitaría un peso de encima, pero parecía todo lo contrario, la echaba de menos y eso me jodía. No quería pensar en ella, ni tampoco soñar como hacíamos el amor en estos días de calor cuando ya ni el ventilador podía soplar con más fuerza.
Y mientras pensaba y repensaba acerca de mi pasado, me di cuenta de que había vuelto a regresar al banco de la anterior noche y allí, bajo la luz incipiente de una farola, se encontraba la prostituta. Creo que debía ser de algún país del Este por su piel blanca y los ragos de su cara, aunque tampoco estaba seguro, igual era de Vallecas y yo fantaseaba con una extranjera.
Me percaté de que esta noche tenía pretendientes, además de que su chulo, situado dos portales más allá, no le quitaba el ojo de encima.
Un hombre que rondaría los cincuenta y tantos parecía no dejar de darle el coñazo, rozando con sus labios el cuello, ese fino cuello sobre el que se posaba su melena castaña clara. Como ella no le hacía el menor caso, al poco tiempo comenzó a tirarle del brazo para que se fuera con él; ella parecía no querer, meneaba hacia los lados la cabeza y miraba a su chulo cada vez que el otro insistía. El chulo también le indicaba que no se fuera con él y yo pensando... joder, pues como además tenga que elegirlos...
El caso es que el hombre que intentaba convencer a la prostituta, se fue resignado y sin echar un polvo esa noche, y yo, continuaba observando ese pequeño teatro de miradas que se representaban delante mía.
Me quedé sentado en el banco de metal durante un largo tiempo, quizá demasiado, hasta que sin apenas pensarlo, me levanté y me dirigí hacia donde estaba ella.
Mientras cruzaba la calle, no levantaba la vista del suelo y ella se percató de que yo me acercaba justo cuando me tuvo enfrente. Sonrió, llevaba los labios pintados de rojo y la línea de sus párpados se marcaba con una raya negra. Le sonreí y aunque no pude articular ni una palabra, ella ya sabía qué quería. Giró sobre el tacón de sus zapatos y dando la espalda a su chulo, comenzó a caminar. Yo que no sabía ni cómo reaccionar, le seguí casi pisando su sombra hasta que doblada la esquina, donde se encontraba otra compañera de oficio, me preguntó ¿A dónde vamos?
Continuará...

martes, abril 27, 2004

2ª Parte
No paraba de llorar y llorar, todo el día soltando lágrimas desconsoladas y yo...mirándola. Sin saber qué hacer, si irme o abrazarla; en otro tiempo, le hubiese llenado la cara de besos, primero uno en cada párpado, luego en la nariz, en su pequeña nariz que parecía carecer de hueso por lo blandita que era y por último, en la boca.
Pero ahora no, ni quería, ni tenía fuerzas para hacerlo. Lo que deseaba era largarme de ahí aunque el dolor pesase sobre mí toda la vida. Así que sin pensármelo más de lo necesario y debido, un día por las buenas y sin avisar, desaparecí. Metí mis cosas en un macuto enorme y me escapé a casa de un amigo, que aunque en esos momentos estaba "ocupado" con su novia, entendió que el que yo me quedara con ellos era un asunto de urgencia.
Estuve toda la noche con los ojos abiertos como platos, dando vueltas y maldiciendo el calor de la habitación, además de no parar de oír las bobadas que se decían los enamorados de la habitación de al lado. Así, que para estar perdiendo el tiempo, algo que ya había hecho durante un tiempo indebido, me incorporé bruscamente, me puse los vaqueros y las zapatillas y la primera camiseta que estaba dentro de la mochila y me fui a dar una vuelta.
Compré un paquete de tabaco, yo que nunca fumaba y me quejaba de los que lo hacía...compraba ahora un paquete de Nobel y un mechero para aprender a saborear el humo de esa droga mortal.
Me senté en el primer banco que encontré y al tiempo que observaba el chorro de aire contaminado que salía de mi boca, comencé a escuchar una deliciosa canción de Joaquin Sabina. Un nudo en la garganta se hizo más y más grande e insoportable, tanto que tenía ganas de dejar abierto el grifo de las lágrimas saladas... pero no lo hice.
"Por las aceras de la madrugada
baila con las porteras su milonga al sol,
con las ojeras que le sobran a tus ojos, corazón,
un día después de lo que el viento se llevó.
Las secretarias de las oficinas
desayunan en la esquina un tentempié
y cuando bajan de la luna al disco duro de roer,
con el sueño del revés y un futuro sin mañana,
lloran lágrimas de plástico azul rodando por la escalera,
tribus de los mares del sur al oeste de la frontera,
labios de papel de fumar, sabios que no saben nada,
náufragos en la catedral, telarañas acostumbradas
a hacer noche en el cristal.
Los cirujanos de las decepciones
cercenan por lo sano la alegría,
las venas del amanecer almacenan sangre fría
y cada lunes nace muerto el nuevo día.
Él lápiz comisura de tu boca
retoca los agravios del carmín,
los proxenetas se colocan con aseo el peluquín
y los Romeos se demoran y las Julietas se desenamoran.
Lágrimas de plástico azul rodando por las escalera,
tribus de los mares del sur....
Lágrimas de plástico azul con sabor a despedida.
¿Cuándo cruzará el autobús este callejón sin salida?
Labios de papel de fumar, sabios que no saben nada,
pétalos de flor de hospital, telarañas amotinadas..."

Me levanté al rato con las retinas de los ojos casi secas de no haber parpadeado hace un rato por estar atento a las líneas que dibujaban la figura de la prostituta que tenía en la farola de enfrente.
Ella también me miraba y aunque parecía tener intención de acercarse, creo que no lo hizo por vergüenza. Yo lo hubiera hecho, quiero decir...que igual si llevase alguna copa de más encima, le hubiera preguntado que cuánto cobraba por noche y me hubiera ido con ella...aunque pensándolo bien, quizá yo tampoco me hubiera atrevido y sólo hubiera seguido embelesado mirándola.
Continuará

lunes, abril 26, 2004

1ª Parte
Quería decirle que iba a abandonarla, que ya no la quería y que no me suscitaba ningún tipo de emoción levantarme a su lado por las mañanas. Luego comencé a darle vueltas a esto último, a la idea de que aunque veía su piel blanca tostarse con los rayos de luz que entraban por las rendijas de la persiana, mi estómago seguía igual de relajado que si no lo hubiera visto o pensado en ello.
Pero no me atrevía, ni a decírselo, ni a mirarle a la cara mientras se lo decía asi que... o me armaba de valor o tendría que seguir reprimiendo mis sentimientos durante un tiempo que no podía calcular.
Estábamos comiendo uno frente al otro sopa con fideos, que era su plato preferido... quién lo diría...los fideos no suelen ser el plato estrella de nadie; pero es que ella era distinta a las demás.
Mientras nos metíamos a la boca una cucharada tras otra, haciéndola chocar en ocasiones con los dientes y mirándonos cada vez que pasaba, mi cabeza no para de pensar y darle vueltas a lo mismo. Comenzaba a ponerme nervioso y notar un pequeño sudor en las palmas de las manos y al tiempo que aumentaba, yo sentía más ganas de levantarme y gritar todo lo que intentaba disimular desde hacía mucho tiempo. Pero éste iba a ser el último día, el último minuto, segundo...de mi espera.
Me incorporé lentamente y mientras ella saboreaba la cucharada de sopa y seguía con sus negros y profundos ojos mi trayectoria, me preguntó si quería algo más. Yo le dije que si, que quería decirle algo y que prestara atención porque no sabía si iba a tener el valor de volvérselo a repetir.
Ella, bajó la cuchara hasta que se introdujo de nuevo en el líquido amarillento y meneándo la cabeza hacia adelante como asintiendo, al tiempo que cruzaba los brazos alrededor de su tripa, me ofreció el turno para que comenzara a decir aquello que tan intrigada la tenía.
- Quiero dejarte.
(enorme silencio)
- Creo que ya no siento nada por tí. Creo que ya no tengo nervios cuando te veo desnuda, duchándote o lavándote los dientes algo que antes tanto me gustaba y por lo que había comenzado a enamorarme de tí.
(me miraba perpleja)
- He esperado mucho tiempo para decirte esto, quizá demasiado, pero no sabía ni cómo hacerlo ni cuando, principalmente por miedo, así que ahora que te tengo frente a mí y que no puedo escapar, te lo digo todo de carrerilla y sin detenerme para no poder dar marcha atrás.

No dijo nada en todo el tiempo que estuve hablando, tiempo que se dilató más de la cuenta porque de los nervios tuve que repetir más de una vez las palabras que tantas otras veces había repasado antes de dormir.
Comenzó a llorar y sus lágrimas caían sin cesar en el plato de sopa como si fuera una lluvia sobre un barrizal, incesante y sin fin.
Yo no sabía que hacer, si moverme o quedarme clavado en el suelo como hacía cinco minutos. Agaché la cabeza y entonces yo también comencé a llorar.

Continuará...

viernes, abril 23, 2004

El otro día estaba sentada en un banco de Gran Vía y mientras miraba la cornisa de un edificio, realmente no sé por qué la miraba, creo que era de esas veces que te quedas observando un punto fijamente, veo que delante mía estaba un ejecutivo trajeado con un maletín entre las piernas que había apoyado en el suelo.
Entonces mi atención se desvió hacia el ejecutivo, que mientras se sacaba algo del bolsillo y sostenía con la otra algo desconocido también, movía lentamente la cabeza como si tarareara una canción o como si se estuviera asintiendo sólo.
Mientras yo observaba todos sus moviemientos, el tipo se sacó del bolsillo del pantalón un papelillo de liar y mientras lo sujeta con los labios comienza a quemar con el mechero un poco de costo que tenía en la otra mano.
Yo, que tomaba a los ejecutivos por personas refinadas, de esas que se sacan de la pitillera de "oro" un cigarro delagado y largo, y que con delicadeza y "elegancia" fuman con intensas bocanadas el humo de los mismo, me quedé anonadada al ver este pequeño espectáculo dantesco.
Pero no se quedó ahí la cosa, después de que el ejecutivo quemara la piedra, se sacó un cigarro y se dio cuenta de que era el único que le quedaba y como le pareció mal tirar el paquete al suelo, va y se lo mete de nuevo en el bolsillo. Rompe el cigarro y mezcla en el papel de fumar el costo con el tabaco y derrepente, algo que era previsible que pasara, por desgracia le sucedió al ejecutivo. Una abalancha de niñas, riéndose escandalosamente y con poco sentido del ridículo se acercaban haciendo el tonto, empujándose y corriendo unas detrás de otras como locas sin mirar al frente. Yo, que observaba todo "desde fuera", como si fuera un narrador omnisciente, veía como el peligro poco a poco se iba acercando y como era irremediable que pasara lo que a continuación sucedió. Una de las niñas escandalosas con "minifalda" rosa y botas hasta la ingle, con un collar de bolas también rosas que de lo que pesaban casi hacían que su cuello se inclinara un poco hacia delante, acompañado todo esto con una melena hasta casi la cintura totalmente engominada, alzó la mano para avisar a las restantes de algo y... ¡pumba!, manda a la mierda la obra maestra del ejecutivo.
El porro a medio hacer, el mechero, además de que el individuo en cuestión perdiera un poco la estabilidad tropezándose con el maletín que tenía entre las piernas y que gracias a la pared no se cayó al suelo... y yo acompañando a todo esto con una carcajada.
La niña de la "minifalda" no se reía, creo que tampoco se dio cuenta de la que había montado, es más, debió ver a un amigo suyo con el que hacía tiempo que no se encontraba y fue como una "alocada" a lazarse a su cuello.
El ejecutivo blasfemando, limpiándose los restos de tabaco que tenía por la camisa, sacándose cuidadosamente los puños de las mangas hasta que quedaran igualados, mirando a un lado y al otro para ver si alguien se había percatado de lo sucedido...se topó con mi mirada y mi sonrisa.
Yo, que me lastimaba por lo ocurrido, me saqué el paquete de tabaco del bolsillo y lentamente me incorporé y me dirigí hacia donde él estaba, le ofrecí uno y aunque al principio pareció querer rehusarlo, el mono pudo más que su voluntad.

lunes, abril 19, 2004

Tengo miedo de perder todo, de despertarme un día y tomar una decisión equivocada y que todo...deje de tener sentido.
Me da miedo cruzar la barrera, sentir vértigo de mirar hacía abajo y no ver nada, o quizás demasiado y no comprender o arrepentirme de lo que he hecho.
Fuera y dentro y fuera otra vez sin sentido, en espiral y sin fin, o con un fin contínuo y que nunca acaba y que marea si no apartas la mirada de sus interminables líneas.
No mires si no quieres en el fondo del armario, dicen que se esconden los monstruos, esas sombras que por la noche rozan tu cara y se revisten con tus ropas y bailan danzas en la noche opaca y espesa.
Luego, te invitan a que les acompañes y tú, con la sábana arropándote hasta los ojos, no puedes mover ni un músculo de tu cuerpo. Tienes tanto miedo que el sudor se desliza por tu cara mezclándose con tu cabello y aunque casi no puedas respirar, no bajas ni un centímetro aquella fina tela blanca.
Tienes vértigo de caer y aunque te dan la mano para ayudarte a salir, tu no quieres, no aceptas el compromiso de ese baile que noche tras noche se repite en tu cabeza acompañado de una música melancólica...
Pero todo se desvanece, todo da la vuelta y decido salir, bailar, mirar, sentir...¿miedo? No perderás nada, sólo cambiarán las cosas, no sólo basta con reír y querer... necesitas amar.
¿Pero cómo saber si estás amando o sólo sintiendo un cariño tan profundo que roza el amor? Da igual, me basta con sentir y saber que estoy sintiendo y viendo y rozando...el placer de sentir.

Un día algo extraño, algún sentimiento nuevo que aparece y se va y comienza a surgir cuando menos te lo esperas y aún cuando te lo esperabas te sorprende, de forma grata, pero removiendo los distintos corazones, bombeando más sangre de la necesaria.



Me han mandado hacer un poema en francés y ya me caían las gotas de sudor por la frente, mi vena literaria y artística podía sufrir altibajos si el idioma no era el castellano sino la lengua gala.
Pero bueno, dentro de lo mal que podían haber ido las cosas, salí más airosa que apesadumbrada porque aunque el poema era corto pero intenso, no tenía apenas fallos o resquicios de algún error irresoluble.

Así que para compartir con quienes me lean el placer de escribir, aunque sólo sean cinco versos de nada, allá va...preparados, listos, ya:

Quiero salir y no puedo
Quiero vivir y no puedo
Quiero volar y no puedo
Sólo puedo soñar
Soñar que estoy soñando
Soñar que ya he vivido
Soñar que sigo viviendo

Je veux sortir et je ne peux pas
Je veux vivre et je ne peux pas
Je veux voler et je ne peux pas
Je peux rêver seulement
Rêver que je suis en train de rêver
Rêver que j´ai déjà vécu
Rêver que je suivre en train de vivre.


Bueno aunque haya faltas que las habrá y aunque a penas se asemeje lo escrito con lo traducido...intentad sentirla y disfrutad de la lectura. Gracias y no os olvidéis de reír.

viernes, abril 16, 2004

Creo que voy a dejar de pelearme con este invento, porque no se bien como funciona y ya ves... me canso de estar pensando alternativas.
Esto es sólo una prueba, unas palabras sueltas casi sin sentido...un sentir contínuo, un vivir incesante, un soñar...siempre.
Sentir que sientes y morir mientras aún estás viviendo. Tocar cuando apenas se siente y sentir que aún te tocan cuando al mirar al infinito alcanzas el cielo soñado.
Si no queda satisfecho no le devolvemos su paciencia.Gracias